FUENTE: La Razón
Javier Cortés es sincero: «El pronóstico del cáncer cerebral metastásico es el peor». El director de la Unidad de Cáncer de Mama en el Instituto Oncológico Baselga (IOB) y jefe de Sección de Cáncer de Mama y Tumores Ginecológicos en el Hospital Ramón y Cajal, junto a su grupo de investigación, lleva años intentado revertir esta situación.
«Las metástasis cerebrales dependen mucho del tipo de cáncer de mama primario. Mientras que en las pacientes con tumor hormonal, la prevalencia es de entre un 5 y un 15 por ciento, el porcentaje de las que tienen el tipo HER 2 + asciende hasta el 40-50 por ciento», explica.
Hasta el momento, los únicos tratamientos que se les da a estas pacientes es la radioterapia, la cirugía o los fármacos sistémicos (químicos). ¿Cuál es el principal problema? Hasta el momento, no hay estudios específicos para intentar dar con una opción que permita ampliar la supervivencia de estas pacientes. La mediana se sitúa en los cuatro meses.
Para mejorar esta situación, Cortés colidera una investigación mundial que enciende una luz al final del túnel para las pacientes en fase avanzada y afectación en el cerebro. El etirinotecan pegol –así se llama el prometedor medicamento– ha demostrado ser eficaz en algunos casos y es muy posible que se convierta en la primera quimioterapia específicamente aprobada para este grupo de enfermas. El primer estudio clínico así lo refleja. «Se probó en pacientes con y sin control y aumenta la supervivencia de cuatro a diez meses», explica el oncólogo. Y es que, anteriormente, estas pacientes no se incluían en estudios clínicos dado su mal pronóstico. La cosa ha cambiado. Tanto es así, que Agencia Europea del Medicamento está acelerando la aprobación condicionada de este nuevo tratamiento por el éxito del estudio clínico. «Por primera vez, los datos demuestran la efectividad de este medicamento».
Ahora ya apuntan a una segunda fase de la investigación, un nuevo estudio clínico en el que sólo participarían pacientes con la enfermedad cerebral sin control. «Ya estamos reclutando a las pacientes» y cuentan con un importante apoyo financiero porque Cortés coordina este proyecto en el que participan 200 centros de todo el mundo. «Con el diagnóstico y el tratamiento adecuados, podemos cambiar el pronóstico radicalmente. En estos casos, nuestra labor como oncólogos es intentar cronificar la enfermedad y paliar sus síntomas», insiste Cortés.
Otra vía importante de trabajo, además del desarrollo de nuevos fármacos, es volver al origen. Miguel Quintela-Fandino, jefe de la Unidad de Investigación Clínica de Cáncer de Mama del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), trabaja en la clasificación de los distintos tipos de cáncer de mama para definir mejor los tratamientos. Y es que dar con estos diferentes subtipos puede ayudar a encontrar un medicamento. «Es importante conocerlo porque la enfermedad de una paciente no es la misma a lo largo de los años», afirma.