FUENTE: La Razón
Ese balanceo anual de horas. De idas y de venidas, de relojes que avanzan y retroceden al unísono cuando toca cambiar de hora oficial ofrece una oportunidad perenne para la discusión científica. Para el debate consabido entre los que opinan que los cambios de horario afectan a la salud y los que dicen que ni fu ni fa. La ciencia que estudia esta posibilidad y que, a decir verdad, no lo tiene nada claro se llama cronobiología. Y como ayer todos tuvimos que retocar nuestros relojes, hoy toca hablar de cronobiología.
Los investigadores andan rastreando un buen número de tendencias fisiológicas que podrían estar relacionadas con la movilidad horaria, desde la disminución de la concentración y el aumento de accidentes hasta la incidencia en el riesgo cardiaco o la propensión al suicidio. Pero por mucho que se estiren las estadísticas, no parece que sea fácil encontrar una relación directa entre el cambio de hora y sus efectos en la salud, aunque siguen siendo muchas las teorías que giran en torno a ello. La polémica continúa.
Es cierto que algunos datos parecen hacer ver que existe una coincidencia entre las modificaciones de la hora y algunos de esos fenómenos. Pero la verdad es que aún no hay estudios concluyentes... ¿O sí?
Un trabajo de 1996 publicado en el «New England Journal of Medicine» mostró que existía un aumento del 8 por ciento en el número de accidentes de circulación los lunes que sucedían a un cambio horario. En la Universidad de Stanford (Cambridge, Estados Unidos), en 2001 otro trabajo corroboró esa relación, pero sin aclarar el porcentaje de incremento.
Sin embargo, todos estos trabajos terminan encontrando su contrario. En Finlandia, el año pasado, se midieron décadas de siniestralidad en carretera y no se detectó ni un solo sesgo en relación con los cambios de hora.
Aún así, la idea de que conducir un día o dos después de un cambio de reloj es peligrosa ha calado en algunas autoridades. Tanto que el año pasado la Oficina Nacional de Seguridad en Carretera de Estados Unidos emitió un comunicado advirtiendo de que el sol iba a ponerse antes de lo acostumbrado y que ello podría conducir a errores, despistes y accidentes. Sobre todo entre los peatones.
¿Realmente tardamos tanto en acostumbrarnos a la nueva lumninosidad?
Nuestro cuerpo está regido por ritmos internos celulares que dependen de la hora del día. Son los ritmos circadianos. Evidentemente, las células no saben de relojes, horas ni calendarios. En realidad, el ciclo se regula según la luz del sol, el tiempo pasado entre la vigilia y el sueño, la actividad y otros ciclos hormonales. Un trabajo realizado en la Universidad de Munich ha demostrado con ratones que los mamíferos somos especialmente sensibles al influjo de la radiación.
El impacto de los rayos del sol condiciona más de lo que creemos nuestra salud y nuestro estado de ánimo. El trabajo analizó la respuesta de ratones a la radiación del Sol y a otras fuentes de radiación. Además cotejó datos sobre el comportamiento, la salud y la mortalidad. Se descubrió que todos los parámetros variaban si a los ratones se les cambiaba repentinamente de hábitos como si hubieran modificado su horario de actividad.
El efecto del cambio de hora podría ser más evidente en el entorno laboral. En 2009, el experto en salud de la Academia Militar de West Point Christopher Barnes realizó un estudio sobre los accidentes laborales en la minería. La investigación descubrió un aumento del 5,7 por ciento en el número de accidentes y un 67 por ciento más de horas de trabajo perdidas por bajas tras un cambio de hora. Lo más curioso es que no sólo se produjeron más accidentes, sino que los producidos fueron más graves.
Según el autor, en minería se producen muchas conductas de riesgo y muchas situaciones en las que se está a punto de padecer un daño. La diferencia entre estar a punto de y padecerlo realmente puede residir en el grado de concentración y en la privación de sueño que se deriva de un cambio de hora oficial.
La conexión entre los cambios de horario de sueño y salud cobró especial notoriedad cuando un equipo de científicos sueco halló un aumento del 5 por ciento en los accidentes vasculares durante los tres días posteriores al cambio de hora de primavera, el que nos quita una hora de sueño. «No sabemos por qué –declaró el director del trabajo, cardiólogo del Instituto Karolinska– pero parece evidente que los ritmos circadianos, el cambio de horario de sueño y la modificación momentánea de los hábitos están detrás de reacciones corporales que aún no hemos aprendido a comprender».
Una hora más o menos puede parecer poco importante. No importa que nuestro corazón haya latido más de 3.600 veces y que haya bombeado 300 litros de sangre en ese tiempo. Una hora no es mucho. Salvo que sea la primera hora de vida.
En ese primer lapso de vida el cerebro del bebé estará creando neuronas a razón de 250.000 por hora y genera los primeros millones de conexiones entre ellas. Sólo un minuto y medio después de nacer está capacitado para dar su primer grito. A los dos minutos adquiere la capacidad de respirar. A los cinco minutos es posible que se haya dormido. Media hora tras el parto, el bebé estará capacitado para tratar de encontrar cobijo y quizá alimento en el pecho de la madre y justo a la hora quizá haya mamado por primera vez. No cabe duda de que una hora puede ser toda una vida en algunas circunstancias.
Introducir dos veces al año un cambio de hora ha venido suscitando protestas de agricultores y ganaderos, por sus repercusiones biológicas y económicas, además de reticencias entre algunos ciudadanos, que dicen afectarles tanto física como psicológicamente. Sin embargo, según los expertos, los trastornos son mínimos: un «mini jet-lag» que influye más a niños y personas mayores, que a jóvenes y a adultos. Este año, el debate también ha llegado a Europa: un grupo de más de 70 eurodiputados de todos los grupos abogó por introducir una moción para acabar con el cambio de hora bianual que, según defendieron, genera desajustes en la salud y en varios sectores económicos.