FUENTE: Levante
En español lo llamamos gripe, mientras que en inglés es «flu», que viene del italiano «influenza coeli», pues de allí creían que procedía. Se tienen vagas noticias de la gripe desde antes del siglo XV. En 1493, en uno de los viajes de Colón, parece que los marineros contagiaron la gripe a los nativos. John Huxman, discípulo de Boerhave, describe una epidemia que afectó a prácticamente toda la población entre los días 10 y 15 de febrero de 1733. Un proceso similar al descrito por Casal en Oviedo en las mismas fechas: comienza con escalofrío, se sigue de pesadez de cabeza, estornudos, dolores en los miembros de carácter errático, especialmente en la espalda, fiebre elevada: gripe.
Demasiadas veces decimos que tenemos gripe cuando sufrimos un proceso que afecta a las vías respiratorias y al estado general con fiebre, o más bien febrícula: temperaturas por debajo de 38º. La gripe suele ser bastante seria, el quebranto de la salud que produce es importante y es muy característico el dolor muscular y de cabeza, síntomas raros en el resfriado común, como lo es la clínica digestiva que alguna vez acompaña a la gripe. La segunda característica que ayuda al diagnóstico es su carácter epidémico y su preferencia por los meses finales del otoño y principio de invierno en el hemisferio norte.
El frío facilita la transmisión de la enfermedad. Hay dos razones evidentes. En los meses fríos se ventilan menos las casas y se viven más horas en el interior, ambas circunstancias facilitan que compartamos aire con un enfermo. Pero, lógicamente, el frío debería hacer menos viable al virus. Y en parte lo hace, pues para protegerse endurece su cubierta hecha de lípidos. De esta forma sobrevive las primeras defensas del organismo y ya en el cálido árbol respiratorio disuelve su cobertura y comienza su labor, que no es otra que buscar la forma de reproducirse. Y lo hace, como todos los virus, invadiendo las células a las que daña.
El tracto respiratorio tiene una piel, un epitelio, compuesto por células peludas. Esos cilios se mueven al unísono para transportar hacia la boca y expulsar las partículas que penetran con el aire. Pero el frío les afecta y bien dejan de funcionar o lo hacen caóticamente de manera que el virus logra permanecer. Lo que el frío no altera es el sistema inmunológico. Contra los virus se arma un ejército de proteínas llamadas interferones, de interferir. Allí se presentan masivamente esas moléculas grandes, complejas, para englobar a los virus. A la vez atraen a otras proteínas, las citoquinas, cuyo objeto es destruir las células infectadas. El resultado de esta batalla es la clínica, sobre todo los dolores de cabeza y musculares. La fiebre y la feroz lucha inmunológica produce deshidratación: no es raro observar una orina oscura, lo opuesto a la que producimos cuando se bebe mucho. Y eso es lo que hay que hacer, porque un cuerpo seco ofrece menos resistencia a la enfermedad.
Durante muchos años, por lógica, recomendamos beber para elevar la fluidez del moco bronquial y así facilitar su expulsión. El moco no es más que un mecanismo de defensa de las células del epitelio bronquial con el objeto de atrapar las partículas que expulsaremos con tos y ayuda de los cilios. Pues no hay muchas pruebas que soporten la recomendación de beber dos litros al día en caso de bronquitis, pero sí es importante mantenerse correctamente hidratado.
El virus de la gripe es una cápsula microscópica de ADN que tiene dos familias de antígenos, los H y los N. Eso es lo que da su signatura. El de este año es un H3N2 y contra este virus específico se ha creado la vacuna. Una característica de este virus es la inestabilidad de su ADN, lo que hace que cada año aparezca uno nuevo dominante. Es también muy promiscuo: intercambia genes con el medio. Por eso temblamos cuando aparece una mutación agresiva en las aves. Si coloniza a un ser humano y convive allí con uno que sea infectivo para el hombre, puede ocurrir que se cree un nuevo virus que tenga los rasgos de agresividad del aviar y de infectividad del humano. Entonces puede explotar una epidemia mortal como la de 1918 que mató a millones. O la que amenazó en los pasados años.
La vacuna de la gripe tiene una eficacia variable, la de este año es baja. Los antivirales específicos, además de ser muy caros, sólo logran acortar unas horas el proceso si se toman desde el comienzo; con dudas, pueden reducir el riesgo de muerte en las personas con enfermedad crónica. Cuando se sufre la enfermedad es bueno protegerse para no contagiar. Los remedios sintomáticos ayudan a soportarla.
Durante la enfermedad se produjo una batalla en su tracto respiratorio que dejó secuelas. No es raro que sufra una tos incómoda durante semanas. Tómelo con la misma resignación que los síntomas de la gripe.