Fuente: ABC
En torno a una cuarta parte de las personas que sufren un infarto de miocardio acaban desarrollando insuficiencia cardiaca, la enfermedad en la que el corazón se encuentra debilitado y no late con suficiente fuerza como para satisfacer las necesidades metabólicas del organismo. Y es que dado que en el área infartada no se puede regenerar, el corazón debe ‘remodelarse’ –o lo que es lo mismo, ‘reestructurarse’, en este caso dilatándose– para compensar la actividad de la zona dañada. Por lo general sin éxito, dado que esta remodelación suele conllevar un fallo ventricular o de una válvula cardiaca, lo que da lugar a la insuficiencia cardiaca. Pero, ¿no hay nada que se pueda hacer? Pues sí. Ya existen fármacos eficaces para prevenir esta progresión. El problema es que deben administrarse directamente sobre el área dañada, lo que provoca que el paciente tenga que parar un gran número de veces por el quirófano. Sin embargo, un equipo de científicos dirigido por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge (EE.UU.) han desarrollado un dispositivo que podría simplificar, y mucho, este tratamiento. ¿Su nombre? ‘Therepi’.
Como explica Ellen Roche, directora de esta investigación publicada en la revista «Nature Biomedical Engineering», «podemos utilizar este dispositivo tras un infarto de miocardio para administrar una terapia que prevenga que el paciente desarrolle insuficiencia cardiaca. Y si el paciente ya presenta algún grado de insuficiencia cardiaca, podemos emplear el dispositivo para atenuar su progresión».
Simplificar el tratamiento
La insuficiencia cardiaca puede resultar tan letal, sino más, como el propio ataque el corazón. De hecho, los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC) estiman que la mitad de los cerca de 5,7 millones de estadounidenses con insuficiencia cardiaca fallecerán a lo largo de los próximos cinco años a consecuencia de la enfermedad. De ahí la importancia, vital, de administrar tratamientos para evitar que el infarto derive en una insuficiencia cardiaca. Lo cual, además de muy caro, no resulta nada fácil ni eficiente.
El primero de los dos métodos más comunes consiste en administrar fármacos de forma sistémica, es decir, a través del torrente sanguíneo –que no directamente sobre el corazón–. Sin embargo, y con objeto de evitar unos efectos secundarios que podrían llegar a comprometer la vida del paciente, la cantidad de fármaco que se puede administrar es limitada, lo que provoca que las concentraciones farmacológicas que finalmente alcanzan el tejido coronario dañado sean mínimas.
Como apunta William Whyte, co-autor de la investigación, «desde un punto de vista farmacológico, el inyectar algo que no se queda en el tejido dañado un tiempo suficiente como para marcar la diferencia supone un gran problema».
El segundo método no es mucho mejor. En este caso, se trata de inyectar la terapia directamente en el músculo coronario. Pero no basta con una única dosis, por lo que el paciente debe ser operado –y se trata de una de las intervenciones más invasivas que existen– multitud de veces para recibir el tratamiento. Una situación que podría evitarse con el nuevo dispositivo descrito en el estudio, que tras una única cirugía permite la administración de fármacos directamente en el área dañada tantas veces como sea necesario.
El dispositivo ‘Therepi’ es un depósito o reservorio semiesférico construido con un polímero basado en la gelatina que se adhiere al tejido dañado mediante una terminación plana con forma de botón. Así, y dado que la terminación es en realidad una membrana semipermeable ajustable, permite el paso directo de los fármacos –o de otros compuestos más grandes– al interior del tejido coronario.
Como refiere William Whyte, «el material que hemos empleado para construir el reservorio ha sido crucial. Necesitábamos que actuara como una esponja para que pudiera retener la terapia en el lugar exacto en donde era necesaria. Algo que es difícil de lograr dado que el corazón está continuamente comprimiéndose y moviéndose».
Es más; además de para la administración de fármacos, el dispositivo se presenta como una oportunidad única para la administración de terapias con células madre. De hecho, el reservorio actúa como una ‘fábrica de células’. Además, estas células no se introducen en el corazón, sino que permanecen en el reservorio, desde el que producen factores paracrinos que promueven la curación del tejido infartado.
Más allá del corazón
Llegados a este punto, la pregunta es, ¿funciona? Pues sí. Los autores lo probaron en un modelo animal –ratas– al que habían provocado un infarto. Y tras administrar múltiples dosis de células al área infartada durante cuatro semanas, analizaron los cambios hemodinámicos en el tejido coronario. ¿Y qué pasó? Pues que ‘Therepi’ fue capaz de mejorar significativamente la función cardiaca de los animales.
Como concluye Claudia Varela, co-autora de la investigación, «en nuestro trabajo observamos que los grupos que portaban nuestro dispositivo habían recuperado parte de su función cardiaca. Además, los corazones que recibieron múltiples dosis de células a través de ‘Therepi’ mostraron una mejor función cardiaca que aquellos en los que se administró una única inyección o que no recibieron tratamiento».
Sin embargo, parece que las aplicaciones de ‘Therepi’ no acaban aquí. Y es que el uso de este dispositivo no tiene por qué restringirse al corazón, pudiendo llegar a utilizare en otras partes del cuerpo para el tratamiento de múltiples enfermedades y problemas de salud.