FUENTE: La Vanguardia
Cada vez existe más interés y una mayor preocupación por el impacto en la salud de los contaminantes emergentes. En esta línea se inscriben los estudios para rastrear la presencia en los alimentos de los llamados disruptores endocrinos, sustancias químicas capaces de alterar el equilibrio hormonal y el sistema reproductivo en los seres humanos. Un equipo del Institut Català de Recerca de l’Aigua (ICRA) ha hallado una presencia significativa de estos compuestos en muestras de pescado y marisco tomadas en 11 países europeos.
El estudio, publicado en la revista Environment International, ha revelado que los disruptores endocrinos han llegado hasta el medio marino, como demuestra su presencia en las muestras de pescado y marisco analizadas. Se confirma así la transferencia de estos contaminantes desde el medio acuático a los organismos que viven en él. “Los disruptores endocrinos, en altas concentraciones, pueden llegar a representar un riesgo para los consumidores”, recuerda Diana Álvarez, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea) del CSIC, una de las investigadores del estudio. Por eso, resulta clave conocer los niveles presentes en los peces y mariscos que habitualmente son consumidos, añade.
Las concentraciones de los contaminantes hallados no deberían alarmar a la ciudadanía ni hacerles cambiar sus hábitos alimentarios, explica Álvarez. Sin embargo, considera necesario continuar el seguimiento de este foco de contaminación, al tratarse de un problema ambiental reciente.
En la investigación, se recogieron y estudiaron 65 muestras de pescado y marisco procedentes de los mercados europeos, lonjas e importaciones. En total se analizaron 12 especies de elevado consumo (caballa, atún, bacalao, perca, panga, lenguado, dorada, platija, salmón, mejillón, gambas y cangrejo). En todos estos casos se midió la presencia de 12 compuestos disruptores endocrinos, tanto en muestras crudas como en alimentos cocinados al vapor.
Los contaminantes están en la mayoría de las muestras de las doce especies de pescado y marisco analizadas
Algunos de estos disruptores están presentes en la mayoría de las muestras analizadas. Las concentraciones mayores son de bisfenol A (usado como plastificante y en el recubrimiento interior de las latas de conserva, y que la UE prohibió en biberones en el 2011), triclosán (potente agente antibacteriano y fungicida usado en desodorantes, dentífricos o colutorios) y metilparabeno (también utilizado en cosmética y pintura, entre otros ámbitos). Se midieron hasta 36 nanogramos por gramo (ng/g) de triclosán en la platija, 27 ng/g de bisfenol A en el atún en conserva y 4 ng/g de metilparabeno en la caballa. “También hemos observado “un aumento significativo de las concentraciones de estos disruptores cuando las muestras de pescado crudo eran cocinadas al vapor”, añade Álvarez.El trabajo forma parte de un proyecto europeo destinado a valorar la seguridad alimentaria del pescado y marisco (ECsafeSeafood).
Asimismo, se evaluó el riesgo potencial para la población, para lo cual se cruzaron los datos disponibles sobre hábitos de consumo de pescado en cinco países y los niveles de estos contaminantes. Los resultados indicaron que España era el país con mayor exposición a estos agentes disruptores –debido principalmente al alto consumo de pescado y marisco–, seguido de Portugal, Italia, Irlanda y Bélgica. El mayor grado de exposición correspondía al bisfenol A, seguido del metilparabeno y el triclosán.
El riesgo estimado para estos compuestos no debe ser motivo de preocupación
Los expertos juzgan que el riesgo estimado para estos compuestos, en las concentraciones en que se han detectado, no debe ser motivo de preocupación. “Los niveles a que estamos expuestos son muy inferiores a los valores que se consideran de riesgo”, según explica Diana Álvarez. Sin embargo, no existe una regulación que establezca un tope legal para la concentración de estas sustancias en alimentos. Hasta ahora, para tener una referencia sobre el riesgo, se ha recurrido a la regulación de los fármacos presentes en los alimentos (residuos de los tratamientos veterinarios que llegan al bistec, por ejemplo).
La ausencia de una regulación sobre estos compuestos se debe a que hasta ahora no se detectaban; pero ahora se están tomando medidas para restringirlos, vistas las sospechas que suscitan. Existen, además, muy pocos estudios que evalúen los niveles de disruptores en el pescado, y este es el primero en pescado cocinado. Diana Álvarez recomienda ampliar estos estudios a otros alimentos susceptibles de incorporar disruptores endocrinos como, entre otros, cereales y granos.