FUENTE: El Mundo
Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños y adolescentes de entre cinco y 17 años deberían realizar, al menos, 60 minutos de actividad física diaria de intensidad moderada a vigorosa para mantener un estilo de vida saludable. Ésta debería ser, en su mayor parte, aeróbica (caminar, correr, montar en bicicleta, jugar al fútbol, patinar, etc), aunque también convendría incorporar, como mínimo tres veces por semana, ejercicios que refuercen, en particular, los músculos y los huesos.
¿Por qué es tan importante que los más jóvenes incorporen el movimiento en su día a día? La OMS tiene la respuesta: "Contribuye a un correcto desarrollo del aparato locomotor (huesos, músculos y articulaciones); también al del sistema cardiovascular (corazón y pulmones); ayuda a aprender a controlar el sistema neuromuscular (coordinación y control de los movimientos) y a mantener un peso corporal saludable a lo largo de toda la vida".
Pero, más allá de los incuestionables efectos benefactores en lo físico, también ejerce una influencia muy positiva en la mente, ya que brinda las herramientas para "un mejor control de la ansiedad y la depresión".
Asimismo, la actividad física puede contribuir al desarrollo social de los jóvenes, «dándoles la oportunidad de expresarse, fomentando la autoconfianza, la interacción social y la integración».
Pues bien, a pesar de toda esa larga lista de beneficios -corporales y psíquicos- y de que esos 60 minutos diarios de actividad física no parecen gran cosa dentro de las 24 horas que tiene cada jornada, un 55,4% de los niños y adolescentes de esas edades en nuestro país no lo cumplen, tal y como se revela en 'Sedentarismo en niños y adolescentes españoles: resultados del estudio científico Anibes'. A lo que sí reconocen dedicar más de dos horas al día un 48,4% de los encuestados es mirar las pantallas de la televisión, el móvil o el ordenador (el 49,3% superaba este tiempo de lunes a viernes y el 84,0%, los fines de semana).
Con estos datos en la mano no debe de extrañar que el American College of Sports Medicine (ACSM) y el Consejo Internacional para la Ciencia del Deporte y la Educación Física (ICSSPE) adviertan de que, si no ponemos remedio desde ya, esta generación de niños podría ser la primera que viva cinco años menos que sus padres.
¿Qué estamos haciendo mal? Muchas cosas. Empezando por el papel secundario que se sigue otorgando a la asignatura de Educación Física en nuestro sistema educativo. En casa, nos tememos, tampoco lo estamos haciendo demasiado bien. Nos obsesionamos con que nuestros hijos vayan a todas las extraescolares posibles, a tenis, natación, waterpolo, gimnasia pero nosotros no nos movemos del sofá: el 46% de los españoles no practicó ningún tipo de deporte durante 2017, según se puso de relieve en el Eurobarómetro 2018.
«A lo largo de mi vida profesional, me he encontrado muchas veces con padres sedentarios que querían que sus hijos hicieran mucho deporte. Incluso tuve que enseñar yo a los pequeños a montar en bicicleta porque sus progenitores no lo hacían. Los chavales empezaban con ganas pero no terminaban de engancharse al deporte porque en su casa no lo vivían. Para ellos, no era algo natural», explica Martín Giacchetta, ceo de Boutique Gym (Madrid) y entrenador personal.
Inculcar la afición por el deporte no se consigue a través de la presión. "Por mucho que les obliguemos, aunque nuestra motivación sea el amor por nuestros hijos, no conseguiremos nada".
¿Qué podemos hacer para empujarles hacia una vida activa? Lo primero, despegar el trasero del sofá. "Hay que predicar con el ejemplo. Los niños son esponjas que absorben todo lo que ven a su alrededor. Si nos ven sentados todo el día mirando el móvil, eso mismo harán ellos", advierte Giacchetta.
Otro factor clave es dejar que sean ellos los que elijan qué deporte quieren practicar. "A pesar de que la gimnasia o la natación son de las mejores opciones por el control corporal que les proporciona, no se les debería imponer nada que no les gustara porque lo acabarán dejando con el tiempo", añade.
El entrenador personal tiene en su hogar la prueba fehaciente de que sus teorías son ciertas: "Mi hija Martina, de cinco años, es para mí la mejor prueba de lo que digo. Sin decirle nada, a veces, se pone a hacer ejercicios en el suelo y ella misma me ha pedido que la apunte a gimnasia rítmica".
Buscar un aliado en la tecnología también resulta muy eficaz. "Son sus herramientas naturales y el lenguaje que dominan. Por eso, marcas como Fitbit han comprendido el mensaje y han sacado al mercado dispositivos para monitorizar la actividad especialmente diseñados para niños. Así padres e hijos seremos más conscientes de lo que nos movemos a lo largo del día", concluye.