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En lo que concierne a la higiene del pelo de los niños, como en el de los adultos, los bulos o mitos corren a sus anchas desde tiempos inmemoriales: que se caerá o engrasará más si se lava a diario, que los piojos se agarran sobre todo al pelo sucio… Borrón y cuenta nueva. La Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) considera que solo hay una regla de oro para su cuidado: lavarse el pelo cuando esté sucio. Y añade que la limpieza del cuero cabelludo es un hábito higiénico recomendable para mantener la elasticidad, brillo y buen crecimiento del cabello.
¿Es por tanto una decisión personal que, en el caso de los más pequeños, corresponde tomar a sus padres? Efectivamente. Por un lado, la mayoría de los dermatólogos y pediatras indican que que no es necesario lavarles el pelo todos los días: bastaría con tres veces a la semana, dedicando unos tres minutos al masaje con un buen champú con ph neutro que no irrite los ojos ni la piel y otros
Pero cada niño es un mundo y, por ello, conviene amoldarse, sobre todo, a las necesidades particulares de cada uno de ellos y también a su rango de edad:
Bebés
Es costumbre que los padres utilicen el baño diario del bebé como medio de relajación antes de acostarlo o de limpieza tras un duro día de pañales desbordados o biberones derramados. Sin embargo, ni conviene bañarlos todos los días (ya que puede provocar dermatitis) ni es necesario mojarles el pelo al hacerlo.
Hasta los doce años
La frecuencia del lavado del pelo dependerá, sobre todo, de su tipo de piel y del grado de actividad del niño: si ha hecho deporte, si ha estado corriendo y jugando en el parque, si se ha bañado en el mar o en la piscina, si ha hecho manualidades y se ha manchado más de la cuenta… estos son realmente los factores que deben primar a la hora de lavarlo o no. Si ha sudado mucho o se ha ensuciado practicando cualquier actividad, lo mejor es optar por hacerlo.
A partir de los doce años
Con esta edad arranca la etapa de la preadolescencia. En general, se segrega más grasa de lo habitual y las hormonas hacen acto de presencia, lo que trae consigo la aparición del mal olor y la sensación de suciedad en el pelo con mayor frecuencia. Los lavados, con toda probabilidad, se harán de forma más consecutiva.
Cuidado con la moda del 'no poo'
La AEDV advierte también de los riesgos de la moda o tendencia eco conocida como no poo que aboga, básicamente, por no usar champú y sustituirlo por agua, bicarbonato y vinagre. Pues bien, el uso continuado de los dos últimos puede producir irritaciones e infecciones en el cuero cabelludo.
La academia recuerda que “el champú es un elemento fundamental en nuestra higiene diaria, así como el arma principal para el dermatólogo en el tratamiento de toda patología que afecte al cuero cabelludo” y añade que éste “elimina la grasa producida por las glándulas sebáceas, donde quedan atrapadas células muertas, suciedad o sustancias de lacas o gominas. Esta grasa o sebo debe eliminarse periódicamente por razones que van más allá de lo estético, ya que supone una importante fuente de microorganismos que puede favorecer infecciones”.
Para el cuidado del pelo de los niños basta con usar una cantidad pequeña, del tamaño de una avellana para el corto y de una nuez para el largo, y añadir crema suavizante si el pelo es largo o requiere desenredo. Optar, además, por champús con PH neutro y extra suaves que se pueden adquirir en farmacias o parafarmacias.
Algunos consejos útiles
Con el cabello de los niños y, sobre todo, si lo llevan largo, estas son algunas recomendaciones útiles:
- Cepillarlo después de cada lavado y cortar las puntas con frecuencia.
- No dormir con el cabello húmedo. El pelo puede absorber bacterias de la toalla que al pasar a la almohada podría provocar infecciones. Además, esa humedad puede producir picazón en el cuero cabelludo y caspa.
- Tampoco hacer coletas o trenzas con el pelo húmedo. A la larga el pelo tiende a pudrirse y volverse quebradizo.
- Una buena alimentación también es la base de un pelo sano y fuerte. No pueden faltar las frutas, las verduras, los lácteos o los huevos, entre otros.