FUENTE: La Razón
Comerse las uñas es de una de las manías más comunes entre la población. Muchas veces por tensión, miedo, preocupación o, simplemente, manía las personas tienden a morder y comerse las uñas. Lo que pocos saben es el efecto nocivo que tiene en nosotros esta acción a largo plazo.
Onicofagia, a muchos no les sonará, pero es lo mismo que “comerse las uñas". Es el nombre que se le da al hábito compulsivo que tienen las personas de devorar sus uñas y que en un futuro puede producir problemas en los dientes y en las cutículas, además de generar infecciones, verrugas y problemas en la dermis. En caso más extremos puede suponer la pérdida de la uña. Los expertos afirman que se trata de una conducta frecuente en niños y adolescentes, y que normalmente va desapareciendo en la adultez. Advierten también que esto no significa que el trastorno haya desaparecido, puesto que tiende a sustituirse por morderse el pelo, un bolígrafo o fumar. Muchas veces los que lo sufren ni siquiera son consciente de que están haciéndolo. Para los psicólogos, la onicofagia está enmarcado dentro de los trastornos de tipo obsesivo compulsivo, relacionado con una elevada ansiedad que la persona es incapaz de gestionar.
Como hemos mencionado, la causa más común es el estrés en primer lugar. Una situación diaria de estrés o ansiedad como puede ser una reunión, una exposición o un examen puede llevar a estas personas a morderse las uñas. También juega un papel importante el estado anímico y la confianza en sí misma de una persona. La rabia, el miedo, no gustarte o personas con mucho nivel de exigencia tienen a morderse más las uñas.
¿Pero, por qué lo hacen? La explicación más sencilla es que morderse las uñas genera un efecto calmante para las personas que sufren de onicofagia. En algún momento, ante una de las situaciones explicadas anteriormente esa persona vio un modo de desahogarse mordiéndose las uñas. Con el paso del tiempo, esa conducto se mantuvo y, aunque no funcione, los que sufren de esto realmente piensan que sí que les ayuda a tranquilizarse.
Las consecuencias afectan en varios escenarios. Para empezar a nivel físico, morderse las uñas puede generar sangrado, problemas en los dientes, encías dañadas, hongos, heridas en los dedos y acortamiento en las uñas, además de adquirir una forma triangular. Esto deriva en la imagen que ofrecemos ante terceras personas, afectando a nuestra autoestima. Desde el punto de vista psicológico, se trata de un trastorno difícil de eliminar y que debe ser tratado por un especialista. Actualmente, la onicofagia afecta a un gran porcentaje de la población, entre el 20 y 45%, siendo más incisivo en mujeres que en hombres. Los niños tampoco se libran, en torno al 30% de los niños entre 5 y 10 años se comen las uñas, mientras que los adolescentes lo hacen al menos un 50%.
Existen soluciones más o menos caseras como puede ser ponerse esmaltes amargos en las uñas, tener las uñas cortas o masticar chicle para mantener la mente ocupada. Pero si todo esto falla, será necesario ir a terapia, donde ayudaran a los afectados a aprender a gestionar sus emociones y sus nervios.