FUENTE: El Mundo
Con el comienzo de la desescalada hemos entrado en el camino de baldosas amarillas que nos conduce a un nuevo mundo, no el de Oz, sino a uno que se ha denominado "nueva normalidad". En qué consistirá, qué será lo nuevo o incluso qué será "normal", es algo que aún permanece en el misterio. Las únicas certezas parecen estar escritas, o no, en nuestros anticuerpos, y nuestra bola de cristal tiene forma de test. Esta misma semana daba inicio la segunda oleada del estudio de seroprevalencia del Ministerio de Sanidad -cuyos resultados se sabrán a principios de junio-, que tiene como objetivo estimar el grado de inmunidad alcanzado en España frente a la Covid-19.
Hacemos un repaso de cómo son los test que van a ser claves para diseñar nuestro futuro. En primer lugar, ¿cómo tienen que ser esos test? Rápidos, combinados, masivos... La primera respuesta, y la más obvia, es "fiables", aunque la palabra más adecuada quizás debería ser "eficaces". Y es que, al igual que nuestra desescalada, la enfermedad por coronavirus tiene unas fases y los diferentes tipos de test posibles serán más o menos eficaces dependiendo de en cuál se aplique.
En un estadio inicial, el de la infección, las PCR son fundamentales para poder establecer una distinción básica entre el enfermo activo y el que no lo está, incluso si no presenta síntomas (asintomático). De ese resultado depende el aislamiento del paciente, la trazabilidad y cuarentena de sus contactos o una baja laboral, por ejemplo. En las primeras semanas esa era la única (y fundamental) preocupación, pero en el momento actual en nuestro país conviven todas las posibilidades, y la dicotomía contagiado vs. no contagiado se ha convertido en una fórmula ineficaz de clasificar a la población.
Germán Bou, jefe del servicio de Microbiología del Complejo Hospitalario de A Coruña (CHUAC) explica que es el momento de pasar a estudiar la seroprevalencia o, dicho de otro modo, la presencia de anticuerpos. Son los que nos permitirán afirmar si ha existido un contacto previo con el virus. "Puede haber rebrotes continuos, no está toda la población estanca en un estadio u otro", afirma el microbiólogo, "se ha tenido que esperar a que el virus haya entrado en la población a un cierto nivel para ver cuántos han pasado ya la infección (muchos casi sin enterarse) y tener una idea de la seroprevalencia y de cómo manejar esto en un futuro". Esto es lo que trata de dilucidar el estudio de Sanidad, cuya primera oleada recordemos que arrojaba datos poco halagüeños: sólo un 5% de los españoles es inmune.
El escenario ideal sería el de la inmunidad de rebaño, pero eso implica que el resultado de este estudio ronde el 65-70%, es decir, que la mayor parte de la población ya haya estado en contacto con el virus. "Posiblemente esta seroprevalencia sea distinta entre cada comunidad autónoma", añade Germán Bou, "a priori, y a falta de publicar datos oficiales no parece que sea la situación de nuestro país ni de otros en Europa".
Eso significa que ya no nos interesa únicamente identificar a los infectados o activos, sino que también queremos saber quiénes han pasado ya la infección, quiénes se han contagiado en algún momento de los meses previos.
Añadir subcategorías a la etiqueta "contagiado" o lo que es similar "inmune", nos permite ser mucho más precisos en el abordaje presente y futuro de la enfermedad. Así vemos, que por ejemplo, existe un periodo ventana, el que transcurre entre la exposición y el aumento de carga viral, en el que ningún test ha demostrado ser eficaz. No hay PCR ni test serológico que nos permita "diagnosticar" de forma fiable a un presintomático y, si tenemos en cuenta el modelo diseñado para un estudio publicado en Science recientemente, es una fase muy importante en la cadena de transmisión o contagio del virus a otras personas.
En los presintomáticos se suma probablemente el riesgo que conlleva un asintomático, que no toma las precauciones necesarias al no ser consciente de su estado de salud, con el de una mayor carga viral que implica un mayor contagio.
Otra cuestión que está encima de la mesa es la de la fiabilidad, pero de nuevo recordamos que esa eficacia no está ligada per se al tipo de test. Ni siquiera si hablamos de los famosos "test rápidos". Miguel Ángel Jiménez Clavero, virólogo e investigador científico en el CISA, es rotundo al respecto: "No se puede generalizar sobre la fiabilidad de los test rápidos, porque hay una amplia variedad de formas comerciales y cada una de ellas puede diferir. Por ello es esencial una validación externa, normalmente a cargo de un laboratorio oficial".
Precisamente esa falta de validación podría ser la causa de la devolución de los famosos test chinos. "Lo más conveniente es comprar test validados externamente, esta situación (la de los test fallidos) solo se puede explicar por la situación creada en los mercados de productos de diagnóstico ante la tremenda demanda producida durante la eclosión de la pandemia en numerosos países a la vez", explica Jiménez Clavero, "hay que entender que la enfermedad es nueva y en realidad ha habido poco tiempo para hacer las cosas bien. En España no es más caótico que en otros países, que también han comprado productos poco fiables (y los han tenido que devolver). Sin embargo, aquí se echa en falta algún experto en diagnóstico que asesore sobre los test a emplear, cómo y cuándo".
Los diferentes test por tanto no son comparables entre sí, cada uno está orientado a buscar un aspecto diferente. "Si lo que quieres es diagnosticar una infección aguda sintomática, tienes que hacer una PCR", aclara Germán Bou, "si lo que quieres es medir anticuerpos, seroprevalencia, la respuesta inmune de la población, tienes que usar test de anticuerpos y la detección de IgG".
La IgG es la inmunoglobulina G, que según el jefe de microbiología del CHUAC, es la última de las inmunoglobulinas que aparece (entre 15 y 21 días después de la infección) y la que más perdura en el tiempo. Se suele usar como un marcador de inmunidad y es la base de los estudios de seroprevalencia. Otros anticuerpos, como las IgM, suelen aparecer entre ocho y 14 días después de la infección y persisten durante aproximadamente un mes.
Ambos anticuerpos pueden usarse en conjunción con la PCR con fines diagnósticos. Germán Bou explica la rentabilidad de esta combinación de las distintas mediciones: "En los hospitales vemos pacientes con cierta evolución y sintomatología COVID-19 con PCR negativas de manera reiterada, dado que ya están fuera del período de detección del virus, y donde la detección de IgM y/o IgG nos ayuda a realizar el diagnóstico de la enfermedad ". En situaciones como esta emplear la PCR en combinación con la detección de anticuerpos mejora la sensibilidad clínica de la PCR, que no es del 100%.
Toda esta información puede servir, por ejemplo, para dictaminar el momento en que un profesional sanitario se puede reincorporar sin riesgo a su puesto de trabajo. Pero también puede servir para hacer un retrato mucho más detallado de la situación en la que nos encontramos como colectivo, algo fundamental si queremos aventurarnos a imaginar el futuro próximo.
Ahora mismo ni siquiera podemos estar seguros de cuánto tiempo permanecen esos anticuerpos en nosotros, tampoco si ofrecen un grado de protección ante posibles reinfecciones. "En esta línea", afirma el jefe de microbiología del CHUAC, "cabe destacar que en primates no humanos (macacus rhesus), un candidato a vacuna contra el SARS-CoV-2 (virus inactivado) ha desarrollado anticuerpos que neutralizaron posteriormente varias cepas diferentes de ese agente patógeno, lo que corroboraría la idea de que sí se producen anticuerpos neutralizantes".
Esta pandemia apenas tiene unos meses de historia, y ésa es la duración máxima que le podemos atribuir, por el momento, a esa supuesta inmunidad. Es tiempo de observación y de investigación, de ensayos como el que está ya en marcha para comprobar si la transfusión del suero hiperinmune de gente que ha pasado la infección puede ofrecer protección al receptor enfermo de COVID-19. Existen datos preliminares que así lo indican, pero se necesitan más estudios.
El estudio de seroprevalencia puede ofrecernos muchas respuestas a preguntas que, aunque nos urge responder, en realidad no hace mucho que formulamos. "Cuando hagamos un estudio de seroprevalencia", explica Bou, "sabremos si la población es muy sensible, si está protegida, si hay una inmunidad de rebaño o cuánto nos falta para llegar a ella (parece que estamos lejos)".
En general, los tiempos se han recortado mucho, muchísimo, si los comparamos con enfermedades previas de la historia de la humanidad. Los primeros casos oficiales datan de enero, y en este tiempo se ha secuenciado el virus, se han preparado test diagnósticos y se han puesto en marcha ensayos clínicos con fármacos y vacunas. Y eso es lo que nos puede dar cierta esperanza con respecto al futuro. "Es increíble lo que la biomedicina o la microbiología han avanzado en estos últimos tres meses", destaca Germán Bou, "es lo que hace que mantengamos un poco el optimismo de que en unos meses habrá vacuna, y no solo una, posiblemente habrá varias . Esta primera oleada nos ha hecho aprender muchísimo del virus. El sistema sanitario en conjunto ha aprendido. Y con vacuna o sin ella, la siguiente oleada, si viene, ya no nos cogerá por sorpresa".