FUENTE: La Razón
Tener una buena genética no es suficiente para eludir enfermedades. Ya en el vientre materno, las personas están expuestas a una serie de factores ambientales que influyen en su salud. El entorno donde vivimos, la exposición a agentes químicos o los hábitos cotidianos pueden tener un papel en el desarrollo de patologías. Al conjunto exposiciones ambientales que influyen en la salud de las personas se le llama exposoma. Y es tan importante como el genoma.
No es nuevo que la contaminación y el tabaco perjudican seriamente la salud. La Organizacion Mundial de la Salud (OMS) alerta de que fumar mata cada año a 8 millones. Mientras que la Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que sólo en España, cada año se registran 30.000 muertes prematuras por enfermedades vinculadas a la contaminación. De hecho, se calcula que casi la mitad mortalidad global se debe a la exposición a factores ambientales. Descifrar qué efectos tiene sobre la salud cada una de estas exposiciones es difícil, pero no imposible. O al menos eso cree Martine Vrijheid, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y coordinadora del Proyecto Helix, una iniciativa europea -con participación española- que pretende averiguar qué impacto tienen factores como la contaminación o el entorno en el que se vive desde la infancia y cuál es su influencia en el desarrollo de enfermedades.
La última investigación del Proyecto Helix que ha liderado Vrijheid ha analizado de qué manera influyen las exposiciones ambientales durante el embarazo y la infancia en la obesidad infantil. El ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, y la Universidad del Sur de California han coordinado este ensayo que por primera vez relaciona una multitud de contaminantes y factores ambientales con el riesgo de obesidad infantil. Los resultados se acaban de publicar en la revista Environmental Health Perspectives. Y concluyen que la contaminación atmosférica, la exposición al humo materno durante el embarazo y al pasivo durante la infancia y las características del entorno construido, como vivir en áreas densamente pobladas, inciden en la obesidad infantil.
Hasta ahora, varios estudios del Proyecto Helix, habían analizado el efecto de contaminantes ambientales en la obesidad infantil por separado. Esta investigación ha valorado 77 factores de exposición ambiental durante el embarazo y 96 durante la infancia. Entre otros, partículas contaminantes del aire, las características del entorno construido, el acceso a espacios verdes, el tabaquismo y contaminantes químicos como metales, ftalatos, fenoles o pesticidas. Se analizaron datos relacionados con el sobrepeso y la obesidad de 1.300 niños y niñas de 6 a 11 años de seis países europeos: España, Francia, Grecia, Lituania, Noruega y el Reino Unido.
La otra epidemia: la obesidad infantil
Antes de proceder al análisis, con los datos del índice de masa corporal, circunferencia de la cintura, grosor de los pliegues cutáneos y niveles de grasa corporal, Vrijheid alerta de que “las tasas de sobrepeso y obesidad infantil están aumentando a niveles alarmantes” y teme que durante el confinamiento por la COVID-19 se hayan incrementado todavía más. Tres de cada diez niños tienen sobrepeso u obesidad. Y en el caso de España este porcentaje se dispara hasta el 43%. Los hábitos alimentarios se han pervertido y en muchos hogares de ha perdido la dieta mediterránea, pero eso es otra historia.
Vrijheid advierte de que la contaminación atmosférica que incide en la obesidad, sobre todo, proviene del trafico rodado: partículas PM 2,5, PM 10, dióxido de nitrógeno y NO2. En 2019, por décimo año consecutivo, Barcelona y Madrid superaron los umbrales legales de dióxido de nitrógeno permitidos por la Unión Europea. Este contaminante, relacionado a los vehículos gasolina y diésel, tiene efectos nocivos para la respiración y el sistema circulatorio e inmunitario. Barcelona este año ha estrenado la zona de bajas emisiones, pero el confinamiento por la COVID-19 que redujo el tráfico en más de un 80% dificultará una futura evaluación.
Asimismo, el estudio ha demostrado que “los niños que viven en áreas densamente pobladas y que van a escuelas en zonas que cuentan con pocos servicios e instalaciones tienen más riesgo de sufrir obesidad”, según advierte Leda Chatzi, coautora del estudio e investigadora de la Universidad del Sur de California. Chatzi relaciona estos resultados con estudios anteriores que constatan que los niños que viven en entornos urbanos densos tienen menos oportunidades de caminar y practicar actividad física en el exterior.
Urbanismo táctico para mejorar la salud
Vrijheid llama a los responsables de salud pública a tener en cuenta estos resultados para hacer políticas ambientales y urbanísticas que ayuden a prevenir la obesidad. “Estos resultados fortalecen la evidencia existente y muestran que la modificación de las exposiciones ambientales en los primeros años de vida pueden limitar el riesgo de obesidad y sus complicaciones asociadas.
La exposición a algunos contaminantes químicos como metales pesados, cobre o cesio tienen menos incidencia en la obesidad infantil. En cambio, contaminantes orgánicos persitentes como PCB y pesticidas DDE se relacionan con un índice de masa corporal más bajo. Aunque Vrijheid señala que “es necesario un seguimiento longitudinal de la cohorte para establecer mejor esta relación”.