FUENTE: Diario Médico
Todavía no son datos definitivos, pero alientan a continuar investigando con el plasma de pacientes curados de la infección por el coronavirus. Un estudio multicéntrico que coordina el Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda de Madrid sugiere que el plasma hiperinmune resultaría útil en pacientes recién hospitalizados por la Covid-19, en lugar de como último recurso en formas muy graves de la enfermedad.
Los primeros resultados de este estudio, que aún no ha concluido, indican que el plasma hiperinmune (plasma convaleciente) podría ser más eficaz que el tratamiento usual para evitar un empeoramiento, que implique progresión a ventilación mecánica, necesidad de ingreso en cuidados intensivos o incluso la muerte en pacientes hospitalizados con Covid-19.
El uso de plasma de personas que han superado una infección y que han desarrollado anticuerpos frente al patógeno se ha explorado ya en otras enfermedades víricas, como la enfermedad del Ébola, o las infecciones por los coronavirus MERS-CoV y SARS-CoV-1.
La hipótesis en la que se basa esta estrategia terapéutica es que los pacientes con Covid-19 en fase aguda que aún no ha desarrollado una respuesta inmune eficaz contra el SARS-CoV-2 se beneficiarán del tratamiento con plasma donado que ya contiene anticuerpos contra ese virus, lo que les ayudará a eliminarlo y a mejorar su evolución clínica.
Recientemente, la agencia reguladora del medicamento FDA ha aprobado en Estados Unidos una autorización de emergencia para el uso de este plasma en pacientes con Covid-19. No han sido pocas las voces que cuestionan la medida. Los recelos se sustentan en estudios como dos ensayos clínicos controlados y aleatorizados en China y Holanda, recientemente comunicados, en los que se incluían a pacientes hospitalizados con formas graves de Covid-19, también pacientes de UCI, donde se sugería que el plasma no es útil en casos tan graves.
A diferencia de esos trabajos, el estudio coordinado desde el Puerta de Hierro, con 14 hospitales de todo el territorio nacional, administra el plasma al grupo de pacientes con Covid-19 hospitalizados de menor gravedad. En el ánimo de los investigadores está evitar el empeoramiento de los pacientes y la necesidad de ingresar en la UCI.
Cristina Avendaño, médico del Servicio de Farmacología Clínica del Hospital Puerta de Hierro Majadahonda, e investigadora principal del estudio junto con Rafael Duarte, jefe de Hematología y Hemoterapia de este hospital, destaca que “los resultados preliminares de nuestro estudio apoyan el que continuemos investigando y también sustentan la hipótesis de que el plasma puede ser eficaz en pacientes con las formas iniciales en el desarrollo de la enfermedad”.
La especialista se muestra crítica con la reciente aprobación de la FDA. Recalca que la utilidad del plasma “como último recurso” en pacientes muy graves, que están en vigilancia intensiva, es cuanto menos dudoso; “incluso hay datos que apuntan a un balance negativo entre el beneficio y el riesgo del tratamiento en esos pacientes”.
Por ello, recuerda que “una decisión para avalar el uso del plasma necesita información de estudios controlados, como el que estamos llevando a cabo”.
El estudio ConPlas-19, financiado por el Instituto de Salud Carlos III, se detuvo en julio debido a la caída en el reclutamiento relacionado con el control de la pandemia. Las conclusiones positivas que aparecen ahora en el repositorio de estudios no revisados MedRxiv se corresponden con el análisis intermedio del trabajo, que incluye a 81 pacientes.
A estos enfermos se les asignó al azar recibir o no el tratamiento con plasma, sumado al tratamiento estándar para todos ellos. Seis de los 43 pacientes del grupo control empeoraron y tuvieron necesidad de ventilación mecánica, ingreso en UCI o fallecieron (14%), lo que no ocurrió en ninguno de los 38 pacientes tratados con plasma hiperinmune (0%).
Así, la tasa de supervivencia global del ensayo fue del 100% frente al 90,7% para los grupos que recibieron el tratamiento con plasma y el control, respectivamente. En el momento de la inclusión, los pacientes tenían una media de ocho días de síntomas.
“La inmunoterapia pasiva tiene sentido en la primera fase de la enfermedad”, explica Avendaño, lo que no significa que sea un tratamiento para todos los casos: “Un recurso como este se plantea en pacientes con una enfermedad de cierta gravedad, susceptibles de empeorar”.
La investigadora confía en que la segunda fase del trabajo, cuyo objetivo es alcanzar una muestra de 300 enfermos, arrojará luz a una cuestión para la que la comunidad científica internacional no tiene una respuesta concluyente.