FUENTE: El Mundo
La interacción de la pandemia covídica con el aumento mundial de las enfermedades crónicas y los factores de riesgo asociados ha creado una "tormenta perfecta". Así lo consideran los autores de un amplio estudio epidemiológico que toma el pulso a la salud global, cuyos últimos resultados publica hoy The Lancet. El "Estudio de la carga mundial de morbimortalidad" analiza 286 causas de muerte, 369 enfermedades y lesiones, y 87 factores de riesgo en 204 países y territorios, bajo la coordinación de la Universidad de Washington (Estados Unidos).
El informe refleja, globalmente, que el aumento de factores de riesgo como la hipertensión, la hiperglucemia, un elevado índice de masa corporal (IMC) y la hipercolesterolemia, junto con el incremento de muertes por enfermedades cardiovasculares en algunos países, parece indicar que el mundo podría estar acercándose a un punto de inflexión en el aumento de la esperanza de vida.
El mayor efecto acumulativo en la salud proviene del sorprendente aumento de los riesgos metabólicos, que han aumentado un 1,5% anual desde 2010. En conjunto, los riesgos metabólicos (IMC alto, hiperglucemia, hipertensión e hipercolesterolemia) representaron casi el 20% de la pérdida de salud total en el ámbito mundial en 2019, un aumento del 50% desde 1990. También son responsables de un enorme número de muertes a nivel mundial: la hipertensión contribuyó a una de cada cinco muertes (casi 11 millones) en 2019, la hiperglucemia (6,5 millones de muertes), el IMC alto (5 millones) y la hipercolesterolemia (4,4 millones).
En Europa, las causas de la mala salud son enfermedades no transmisibles, responsables de más del 80% de todas las muertes prematuras y trastornos. Durante las últimas tres décadas, han contribuido a la pérdida de salud en Europa central y occidental (donde se incluye España) la diabetes y la enfermedad de Alzheimer y otras demencias; mientras que en Europa del Este han sido la cardiopatía isquémica, la cirrosis y otras enfermedades hepáticas crónicas.
En cuanto a los principales factores de riesgo de mortalidad, en Europa occidental en 2019 fueron la hipertensión (contribuyó a unas 787.000 muertes), el tabaco (697.000 muertes), una alimentación inadecuada (546.000 muertes), la hiperglucemia (540.000 muertes) y el índice de masa corporal (406.000 muertes).
De los principales riesgos de las enfermedades no contagiosas, solo el tabaquismo ha disminuido de manera considerable. En las iniciativas más importantes para la aplicación de políticas internacionales de control del tabaco, se ha observado una disminución en la exposición al tabaco en casi un 10% a nivel mundial desde 2010, aunque el tabaquismo (fumado, involuntario y masticado) sigue siendo la causa principal de muerte en muchos países de ingresos altos, como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Japón, Bélgica y Dinamarca en 2019, y causó casi nueve millones de muertes en el mundo.
Una tendencia similar se observa en el ámbito mundial: durante la última década, se han producido aumentos especialmente grandes y preocupantes (más del 0,5% por año, globalmente) de la exposición a varios riesgos evitables (obesidad, hiperglucemia, consumo de alcohol y drogas) que están contribuyendo a la creciente carga de las enfermedades no contagiosas. Algunos de esos factores (obesidad, diabetes) están asociados a un riesgo mayor de gravedad y muerte por Covid-19. Pero las enfermedades no solo interactúan con factores biológicos, recuerdan los autores del estudio, sino también con factores sociales, lo que hace necesario adoptar medidas urgentes para abordar la "sindemia" de enfermedades crónicas, desigualdades sociales y la Covid-19.
Por ello, los autores dan un tirón de orejas a las autoridades sanitarias: "La mayoría de estos factores de riesgo son evitables y tratables, y abordarlos aportará enormes beneficios socioeconómicos. No estamos logrando cambiar los comportamientos poco saludables, en particular los relacionados con la calidad de la alimentación, el aporte calórico y la actividad física, en parte debido a la falta de atención normativa y de fondos para la investigación sobre el comportamiento y la salud pública", advierte el profesor Christopher Murray, director del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington (Estados Unidos) quien dirigió la investigación.
Además, consideran que, en general, los sistemas de salud no están bien preparados para un aumento acelerado de las enfermedades no contagiosas y las discapacidades. Aunque la esperanza de vida sana -el número de años que se puede esperar que una persona viva con buena salud- ha aumentado de manera constante (más de 6,5 años) entre 1990 y 2019, no ha crecido tanto como la esperanza de vida general en 198 de los 204 países evaluados, lo cual indica que las personas están viviendo más años con mala salud.
No obstante, los datos del informe sobre esperanza de vida no dejan en mal lugar a España que, junto con Portugal, registra una esperanza de más de 5 años a la calculada atendiendo al nivel sociodemográfico del país (medida con el índice SDI, que combina los ingresos, años de escolarización y tasa de fecundidad). Por el contrario, los varones nacidos en Alemania en 2019 tienen una esperanza de vida 0,3 años más baja de lo esperado, según ese índice.
Continuando con Europa, para alguien nacido en 2019, la esperanza de vida sana más baja se registra en Rusia, con 63,7 años, mientras que Islandia tiene la más alta, con 71,9 años.
En España una persona puede esperar vivir con salud durante 71,3 años. Aquí, la esperanza de vida al nacer se sitúa en 85,7 años para las mujeres y en 80,4, en los varones (Japón, el país más longevo del planeta, registra 87,7 años para las mujeres y 81,9 para los hombres). Estonia ha experimentado los mayores incrementos en la esperanza de vida sana en Europa durante los últimos 30 años, ganando casi siete puntos.
En todo el mundo y por grupos de edades, y ceñidos a 2019, las causas principales de pérdida de salud variaron. Los accidentes de tráfico, los trastornos de cefalea, el VIH/sida, el dolor lumbar y los trastornos depresivos fueron los problemas de salud predominantes en las personas más jóvenes (de entre 10 y 49 años). En cambio, la cardiopatía isquémica, el accidente cerebrovascular y la diabetes fueron los principales factores que contribuyeron a la pérdida de salud en las personas de 50 años y mayores.
El informe reseña un contraste que define la situación de la salud en el mundo. En los últimos 10 años, los países de ingresos bajos y medios han logrado avances extraordinarios frente a enfermedades infecciosas, maternas y neonatales (es el caso de Etiopía, Sudán y Bangladesh). Sin embargo, no están bien preparados para hacer frente a la mayor carga de morbimortalidad causada por enfermedades no contagiosas, y, de hecho, las muertes por esta causa están en aumento.
En cambio, las mejoras en salud han empezado a estancarse en la mayoría de los países de ingresos más altos, e incluso se han invertido en varios países, sobre todo en EEUU, donde la tasa de pérdida de salud normalizada por edad ha aumentado en casi un 3% en el último decenio. Los autores creen que los motivos de esta falta de progreso podrían incluir el aumento de las tasas de obesidad, así como una insuficiente cobertura de la prevención del tabaquismo y del tratamiento de la hipertensión y la hipercolesterolemia.