El acné no es simplemente un conjunto de granos, puntos negros y espinillas que aparecen en la zona T una y otra vez, sino que es una enfermedad inflamatoria que afecta a la unidad pilosebácea (nacimiento del pelo) en la que intervienen bacterias. Esta se caracteriza por la formación de diferentes lesiones presentes en la cara, el pecho y aproximadamente en la mitad superior de la espalda. Las diferentes lesiones del acné son:
Sin embargo, no todos los tipos de lesiones tienen la misma relevancia en nuestra salud. De hecho, existen diferentes grados según se consideran ligeros, moderados o graves. Debido a que normalmente la misma persona puede presentar más de un tipo de lesión, se pueden establecer solapamientos entre los distintos grados:
¿Por qué tengo acné?
Todas las personas que tienen acné se hacen esta misma pregunta. De hecho, resulta sorprendente que, a la hora de responderla mencionen el chocolate como principal causante de la producción de acné, cuando en realidad esto es un mito. Por el momento, no existe evidencia científica sobre la relación entre la ingesta de chocolate o alimentos grasos y el acné.
Hasta la fecha, la causa más conocida por la que nuestra piel desarrolla el acné es el aumento de producción y composición de sebo (grasa). También es debido a los factores hormonales, proceso en el que los andrógenos estimulan la actividad de las glándulas pilosebáceas aumentando la secreción seborreica. La hiperqueratinización del conducto piloso, el tratamiento con ciertos fármacos (anticonceptivos orales, hidantoína, glucocorticoides, litio, isoniazida, bromuros, yoduros, andrógenos y danazol) y otros factores (estrés, cosmético, exposición solar...).
Además, como hemos mencionado anteriormente, resulta común tras la aparición de bacterias como Propionibacterium acnes. Esto no significa que el acné sea una enfermedad infecciosa, sino que las bacterias son el principal inductor de la respuesta.
Resiste la tentación y sigue las recomendaciones
Todos nos hemos mirado al espejo en un momento decisivo y nos hemos encontrado con un pequeño ser en medio de nuestra cara que, inflamado y lleno de pus, resalta y parece que nos grite “¡apriétame!”. A continuación, mientras nuestra cabeza piensa “no lo hagas, aún se verá más”, nuestras manos desobedientes van directas a manipularlo.
Sin embargo, debemos resistirnos a ciertos hábitos y tentaciones y seguir las recomendaciones que nos da nuestro farmacéutico cada vez que nos ve el punto rojo que queda en su lugar, que son:
Rutina de higiene
Para mantener una piel sin acné se debe seguir una rutina facial a diario -dos veces al día- basada en dos sencillos pasos: limpiar y después hidratar.
La limpieza de la piel debe realizarse con productos destinados a retirar el exceso de sebo; utilizando un gel, espuma o solución micelar específica y de pH ácido. Se deben evitar a toda costa jabones agresivos o alcalinos, ya que producen irritación y efecto rebote en la secreción sebácea.
La hidratación debe realizarse con geles o emulsiones que tienen acción seborreguladora y matificante. Además, dependiendo del tipo de lesión se deben elegir diferentes activos antiinflamatorios, queratolíticos y/o antibacterianos.
Existen otros cosméticos que también forman parte de la rutina de higiene, como es el caso de las mascarillas, que son calmantes, seborreguladoras, matificantes, renovadoras y/o exfoliantes. También se puede hacer uso de exfoliantes siempre que estén presentes las lesiones inflamatorias. Por su parte, los sticks tienen efecto antiinflamatorio y queratolítico, mientras que para aquellas personas que quieran maquillarse, deben utilizar maquillaje libre de grasas (oil-free) y no comedogénico.
En lo que respecta a la fotoprotección, se recomienda siempre. Esto se debe a que, aunque la exposición al sol (las radiaciones UVA y UVB) tiene un efecto antiinflamatorio y bactericida, una sobreexposición produce el efecto contrario favoreciendo los comedones. La elección de estos productos es importante ya que, al igual que con el maquillaje, deben elegirse los libres de grasa (oil-free) y no comedogénicos.
Tratamiento farmacológico
Para combatir el acné la rutina de higiene suele ser suficiente -junto con el seguimiento de tu farmacéutico-. Sin embargo, en los casos de gravedad moderada (II) o graves (III y IV), es necesaria una visita al dermatólogo para que te recete el tratamiento farmacológico más adecuado, siendo preciso el uso de receta médica para su dispensación en tu farmacia.
Es importante prestar atención a todas las recomendaciones que proporcione el farmacéutico y seguir sus indicaciones, especialmente cuando se trate de antibióticos (por las resistencias bacterianas) y de retinoides para el tratamiento del acné (isotretinoina). En el caso de los retinoides, deben utilizarse en conjunto con anticonceptivos al ser teratógenos ya que producen deformación en el feto. Además, al ser queratolíticos, se produce una sequedad severa en mucosas y piel, por lo que se deben utilizar emolientes para piel y labios, hidratantes para mucosa nasal y vaginal y ocular, evitando cosméticos queratolíticos y seborreguladores.
FUENTE:
Acné. Protocolo de actuación farmacéutica. Vocalía Nacional de Dermofarmacia. Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos.