FUENTE: La Razón
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recoge que más de 300 millones de personas sufren depresión y hasta mil millones se verán afectadas por ella en algún momento de su vida. En menos de 10 años será la principal causa de discapacidad en el planeta. Hasta ahora la mayoría de los tratamientos estaban dirigidos a lo farmacológico, pero ha surgido una nueva vertiente: la estimulación magnética transcraneal o TMS por sus siglas en inglés.
Esta técnica consiste básicamente en la aplicación de impulsos electromagnéticos sobre zonas precisas del cerebro. Esta corriente tiene como objetivo activar las neuronas de la región seleccionada. Si el tratamiento se lleva a cabo de forma repetida permite reducir o aumentar la actividad de las neuronas comprometidas. Dado que es una herramienta no invasiva e indolora se ha empleado en diferentes trastornos neurológicos, como el autismo, esquizofrenia, epilepsia, déficit de atención y hasta en obesidad o trastornos del sueño.
En España se ha utilizado esta técnica mediante un futurista casco en hospitales como el Universitario Puerta del Sur o 12 de Octubre. En ambos para tratar la depresión. Al aplicarse los impulsos electromagnéticos es posible recuperar el equilibrio de los circuitos y los síntomas de depresión se reducen. La Administración de Medicamentos de Estados Unidos ha aprobado esta terapia para su uso en humanos y aunque no funciona en el 100% de los casos, sí tiene efectos positivos en la mayoría de los pacientes.
El lado negativo es que estamos hablando de un casco que debe utilizarse en hospitales o laboratorios, es necesario programar las sesiones y llevar un control muy estricto del protocolo. Pero ahora podría haber un giro de 180 grados. Recientemente un estudio publicado en la revista especializada «Nature Medicine» no mencionaba la palabra casco, sino una mucho más esperanzadora y sencilla de usar: microchip. Científicos de la Universidad de California en San Francisco, liderados por Katherine Scangos, han creado un microchip que se puede implantar en el cerebro y funcionaría mejor que el casco. «El cerebro, como el corazón, es un órgano eléctrico» –explica Scangos–. «Cada vez son más los estudios que demuestran que es posible recuperar el equilibrio de redes cerebrales defectuosas, como las que causan la depresión, la epilepsia o la enfermedad de Parkinson, con el procedimiento de una estimulación dirigida», subraya.
El problema era que, al igual que en los tratamientos de carácter farmacológico, se aplicaba la misma dosis a todos los pacientes sin tener en cuenta variables de edad, sexo o cuán afectada estaba la red. «Los intentos anteriores de desarrollar la neuromodulación para la depresión siempre han aplicado la estimulación en el mismo sitio en todos los pacientes y en un horario regular sin tener en cuenta el estado del cerebro en ese momento. Sabemos que la depresión afecta a diferentes personas de formas muy distintas. La idea era crear un mapa de cada paciente para que la estimulación coincidiera con sus síntomas».
Este mapa individualizado sí logrará que las corrientes electromagnéticas viajen perfectamente a su destino.