Durante las últimas décadas, la necesidad de autocuidado ha incrementado considerablemente, a pesar de que el ejercicio físico y los hábitos alimenticios han ganado la carrera, la apariencia física sigue siendo una prioridad considerable del día a día de muchas personas. Es por ello por lo que los productos cosméticos forman parte de la rutina cosmética; sin embargo, aquellas personas que presentan alguna alteración en la piel están más limitadas, pero a su vez tienen mayor necesidad de uso.
En concreto, durante el año 2019, el sector cosmético en España calculó que aproximadamente los españoles utilizan de media entre 7 y 9 productos por persona diariamente, lo que equivale a la compra aproximada de 28 productos al año por persona. Entre los cosméticos empleados, y según las categorías, el cuidado de la piel es del 33%, cuidado personal 22%, perfumes 18%, cuidado del cabello 17% y cosmética del color 10%.
Según el Reglamento (CE) Nª1223/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo de 30 de noviembre de 2009, un producto cosmético es “toda aquella sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y capilar, uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes, mucosas bucales o con el fin expreso de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen estado o corregir los olores corporales.” Es decir, que, dentro del concepto de cosmético, se incluyen cremas, emulsiones, lociones, geles, aceites, pastas dentífricas, lacas de uñas, etc. Existe un gran abanico de cosméticos, sin embargo, todos ellos tienen un objetivo común: proporcionar la higiene y el cuidado que la piel requiere, de forma segura. Además, también favorece que las personas se sientan mejor con ellas mismas. Este hecho cobra mayor importancia cuando se trata de pacientes oncológicos.
Seguridad de los cosméticos
A nivel de redes sociales, los profesionales de la salud podemos escandalizarnos con todo tipo de acusaciones dirigidas hacia la industria farmacéutica en las que los usuarios más vulnerables pueden no discernir entre opiniones y hechos, y poner en entredicho la seguridad de los cosméticos.
Por supuesto, como farmacéuticos debemos explicar que previamente a la comercialización del producto cosmético, cada ingrediente y el producto en su conjunto, ha superado una cantidad considerable de pruebas toxicológicas. Todas ellas son evaluadas por el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea (SCCS) y, además, son recogidas en una base de datos europea a la cual tienen acceso autoridades nacionales de control y centros de toxicología. Mediante este proceso, se asegura la seguridad de estos, tal y como recoge el artículo 3 del Reglamento de cosméticos.
Además, el 11 de marzo de 2013 fue la fecha tope en que la Unión Europea eliminó la experimentación animal en productos cosméticos. Sin embargo, se implantó de forma progresiva, en el que inicialmente desde el 11 de septiembre de 2004 se prohibió la experimentación animal en productos cosméticos, mientras que la prohibición de experimentar en animales para los ingredientes cosméticos fue desde el 11 de marzo de 2009. A partir de ese mismo año, se prohibió la comercialización de productos cosméticos que contienen ingredientes experimentados en animales. Debido a que no había forma de testar las consecuencias más complejas (sensibilización cutánea, carcinogenicidad, etc.) la fecha de comercialización de estos productos fue legal hasta el 11 de marzo de 2013 actualmente, existen modelos artificiales para ensayos de ingredientes cosméticos.
Sin embargo, a pesar de la rigurosidad de las pruebas de toxicidad realizadas, no significa que los ingrediente sean completamente inocuos. Seguidamente, algunos cosméticos tienen incluido en su embalaje “cosmético hipoalergénico”. Esta nomenclatura no garantiza la ausencia de riesgo y generalmente se basa en las percepciones de la propia empresa fabricante y no está sujeta a la normativa europea que, a diferencia de los símbolos incluidos en el embalaje, sí que están sujetos al artículo 19 del Reglamento de Cosméticos.
Alteraciones cutáneas, ¿un caso aislado?
Consecuentemente, desde la farmacia se puede vislumbrar que algunas personas experimenten diversas manifestaciones clínicas tras el uso de estos cosméticos. En concreto, siete estudios provenientes de Europa y Estados Unidos en los que se testó la sospecha de dermatitis de contacto en 30.207 pacientes por alergia a cosméticos revelaron un ratio positivo de 9,8%.
Comúnmente, las manifestaciones clínicas oscilan desde una dermatitis irritativa -causada por la irritación crónica leve acumulada en el tiempo- hasta una dermatitis atópica (intolerancia a los cosméticos) o cualquier cuadro clínico con lesiones en el rostro.
La dermatitis de contacto alérgica fue descrita por primera vez en 1940, en la que se describió eczema alérgico de contacto (EAC) y se relacionó con el uso de parabenos que estaban incluidos en una crema antifúngica. A partir de ese momento, se notificaron nuevos casos que posiblemente habían sido causados por parabenos incluidos en las formulaciones, como por ejemplo dermatitis por estasis. Mientras que, durante los años 60 y 70, la industria cosmética comenzó a fabricar cosméticos sin parabenos ya que se habían reportado un gran número de sensibilizaciones por las altas concentraciones de parabenos de las formulaciones.
En referencia a estas manifestaciones, no se había tenido en cuenta que, la gravedad de los problemas de salud derivados dependen del tipo de piel en la que se aplique el cosmético, así como otros factores como es el tiempo de contacto con el producto (dependiendo de si se trata de cosméticos en cuya aplicación permanecen más tiempo en contacto con la piel o aquellos que una vez se aplican deben aclarase con agua a los pocos minutos), la zona y extensión en la que se aplique, frecuencia de uso y la cantidad de ingredientes incluidos en el producto cosmético que se ha empleado.
Ingredientes cosméticos, ¿son todos inocuos?
Todos los ingredientes incluidos en la formulación proporcionan un beneficio necesario para el producto final. Entre las diversas funciones que estos producen, varían desde la formación de una textura adecuada, una óptima distribución de los principios activos o una adecuada conservación de estos.
En la mayor parte de las dermatitis de contacto que se producen, es el propio paciente quien identifica el producto que le ha ocasionado la reacción y que, por tanto, interrumpe su uso para prevenir que empeore o expanda. El problema viene dado cuando no solamente se engloba un ingrediente en un cosmético concreto, sino que este puede estar presente en muchos productos diferentes o haya más de un ingrediente causante en un mismo producto. Dada la importancia de la identificación de los alérgenos, desde 1997 en Europa es obligado incluir la composición química en el etiquetado de los productos.
A los ingredientes que más importancia se les tiene que atribuir son: los conservantes y las fragancias.
En primer lugar, los conservantes que, idealmente se caracterizarían por tener un amplio espectro antimicrobiano, ser estables, eficaces a diferentes pH, carecer de capacidad sensibilizante, no ser tóxicos ni irritantes, todavía no se han descubierto. A pesar de ello, su necesidad para evitar la contaminación de los cosméticos los hace imprescindibles, siendo los parabenos, seguidos de los liberadores de formaldehído y las isotiazolinonas, los más utilizados.
Los parabenos provienen del ácido para-hidroxibenzoico que, debido a sus características como moléculas incoloras, inoloras, no volátiles, económicas, con un margen amplio pH, seguido por su eficacia frente a hongos, levaduras y bacterias, su uso está muy extendido. De hecho, según la Food and Drug Administration (FDA) los parabenos ocupan el segundo puesto dentro de los ingredientes más comunes en formulaciones de cosméticos. Actualmente, los parabenos son utilizados como conservantes con casos raros de sensibilización.
En segundo lugar, cada perfume puede llegar a contener desde 10 a 300 fragancias. Actualmente la Directiva Europea de Cosmética obliga desde 2005 la declaración de 26 fragancias que son reconocidas como alérgenos cuando superan 10 ppm en productos de aplicación que permanecen más tiempo en contacto con la piel y 100ppm cuando se aplican, pero eliminan con agua a los pocos minutos.
Por otro lado, están los ingredientes naturales. Estos derivan de plantas como por ejemplo avena, trigo, soja, etc. que se utilizan en calidad de fragancias, así como por sus propiedades medicinales antiinflamatorias, antioxidantes y antipruriginosas. El árbol del té y derivados de las familias Compositae y Asteráceas son los extractos de plantas que con mayor frecuencia producen dermatitis de contacto. A pesar de que algunos extractos de plantas se utilizan como fragancias, no están reconocidas como tal por lo que se dificulta su identificación en el etiquetado de los cosméticos ya que muchas veces se generaliza y solamente se indica “extractos de plantas”. Además, también se han notificado reacciones a los tintes capilares y otros productos de peluquería como la p-fenilendiamina (colorante) y algunos de sus derivados (para-aminodifenilamina-PAD-, o-nitro-p-fenilendiamina-ONPPD- y paratoluendiamina -PTD-).
A pesar de que el reglamento indica que los cosméticos pueden aplicarse y siguen unas rigurosas medidas para su comercialización en España, no resultan completamente inocuos para las personas. Es decir, que aquellas personas que hacen uso de estos productos no están complemente exentas de sufrir riesgos, aunque rara vez realmente llegan a producir una lesión importante. La gran diferencia es que, actualmente existe una mayor preocupación por la apariencia física.