Fuente: 20 Minutos
Al usar protección durante las relaciones sexuales, es común tener en mente algunas de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) más graves, sin cura conocida o con efectos más dramáticos e inmediatos, como pueden ser la sífilis o el SIDA (y por una buena razón, ya que la mayoría de campañas de concienciación históricamente han incidido en ellas). Sin embargo, existen también otras menos visibles y (en principio) menos graves, pero precisamente por ello también más engañosas.
Es el caso de la clamidia, una infección bacteriana que está entre las ETS más comunes, por lo que es importante saber reconocer los síntomas y saber cómo actuar si aparecen.
¿Qué es la clamidia y cuales son sus causas?
Clamidia (o, más correctamente, clamidiasis) es el nombre con el que conocemos a la infección provocada por la bacteria Clamidia trachomatis. Afecta mayoritariamente a mujeres jóvenes, pero también aparece en varones. Es una de las ETS más comunes en los países desarrollados, junto con el virus del papiloma humano y la infección por herpes.
Se puede presentar en varias formas distintas, pero cuando normalmente cuando hablamos de clamidia nos referimos a la infección genital, perinatal, anal u oral, frente a otros cuadros como la infección ocular (tracoma o paratracoma) o respiratoria (neumonía).
La clamidia se transmite por el contacto sexual (sexo vaginal, oral u anal) y también puede transmitirse de madre a hijo durante el parto.
¿Cuáles son sus síntomas? ¿Y sus complicaciones?
En muchos casos (aproximadamente el 75% de las mujeres y el 50% de los hombres) la infección por clamidia no provoca ningún síntoma, lo que genera el riesgo de que una persona contagiada extienda la enfermedad sin siquiera saber que la padece.
Cuando sí aparecen síntomas, estos varían entre hombres y mujeres y según la vía de contagio.
Así, cuando se produce por vía genital, en los hombres puede provocar necesidad urgente y constante de orinar, ardor al orinar, secreciones por el pene, picazón o ardor en la uretra, e inflamación o dolor testicular; en las mujeres, flujo vaginal espeso y amarillento, ardor al orinar, secreciones uretrales, manchas o sangrado fuera del periodo, sangrado durante o tras las relaciones sexuales y dolor abdominal o pélvico.
Por vía anal, en ambos sexos, puede provocar dolor o ardor anal, secreciones por el ano y dolor al defecar.
Por vía oral, se caracteriza por ardor en la boca y lengua, dolor de garganta y úlceras bucales.
Finalmente, en algunos casos raros en ambos sexos e independientemente de la vía de contagio, puede provocar síntomas similares a los de la artritis reactiva.
Si no se trata, con el tiempo la infección puede extenderse a otros órganos y producir complicaciones de mayor gravedad. Por ejemplo, en los varones, puede comprometer los testículos, el epidídimo y se cree que la próstata. A la larga, esto puede derivar en infertilidad, especialmente en hombres de más de 35 años.
Similarmente, en las mujeres puede provocar endometritis (inflamación sistémica del endometrio), salpingitis (inflamación aislada de las trompas de Falopio), e incluso enfermedad inflamatoria pélvica, de difícil tratamiento.
¿Cómo se trata? ¿Cómo se previene?
La clamidia responde bien al tratamiento y en la inmensa mayoría de los casos se soluciona con una pauta de antibióticos, frecuentemente azitromicina o doxiciclina. Además, en cualquier caso es importante que la persona infectada use profiláctico durante su tratamiento y hasta que sus parejas sexuales previas a la detección de la infección hayan sido tratadas, si mantiene relaciones con ellas.
Se trata, por otra parte, de una enfermedad fácilmente prevenible, mediante el uso de preservativos de barrera (también durante el sexo oral y anal) y minimizando prácticas de riesgo. Desde el punto de vista de la salud pública, hay estrategias que pueden llevarse a cabo, como la sensibilización e información, la distribución de preservativos y el rastreo activo de parejas sexuales de las personas infectadas.