Fuente: 20 Minutos
Los accidentes cerebrovasculares, popularmente conocidos como ictus, forman parte de las enfermedades cardiovasculares, que son en conjunto la principal causa de muerte en los países desarrollados según los datos de la OMS. Se trata, por tanto, de un problema muy común y muy serio que a menudo es letal o tiene serias consecuencias.
¿Qué es un ictus?
Un accidente cerebrovascular consiste en la reducción o el cese del suministro de sangre a una parte del cerebro, con lo que esta última deja de recibir el oxígeno y los nutrientes necesarios para seguir funcionando.
Debido a que los tejidos cerebrales comienzan a morir a los pocos minutos en estas condiciones, se trata de una urgencia médica que requiere atención inmediata, y de hecho el pronóstico depende en buena medida de la detección y actuación rápidas.
Se producen por dos causas principales, y en función de ellas el episodio se va a desarrollar de una forma u otra. Cuando la causa es el bloqueo de una arteria, se denomina accidente cerebrovascular isquémico: este es el tipo más común de ictus, y normalmente se debe a la acumulación de grasa (colesterol) o coágulos (trombos) en las paredes arteriales.
En cambio, cuando la causa es la rotura de una arteria, estamos ante un accidente cerebrovascular hemorrágico, y puede venir provocado por razones como una presión arterial excesiva, el uso de determinados medicamentos anticoagulantes, la aparición de aneurismas (puntos débiles en la pared arterial), traumatismos, angiopatía amiloide cerebral o incluso ser consecuencia de un accidente cerebrovascular isquémico.
Finalmente, existe una tipología específica denominada accidente isquémico transitorio, en el que el bloqueo de la arteria es temporal y dura lo bastante poco como para que no se produzca daño permanente (normalmente por debajo de cinco minutos). No obstante, hay que advertir que la remisión de síntomas compatibles con un ictus nunca es motivo para dejar de buscar atención médica urgente porque no implica necesariamente que se trate de un accidente transitorio.
¿Cuáles son sus síntomas? ¿Y qué complicaciones puede causar?
Los síntomas del ictus pueden ser muy variados, en función de cuál es el área del cerebro afectada. Sin embargo, algunos de los síntomas comunes son la pérdida de fuerza en una mitad del cuerpo, la dificultad para hablar, la confusión, pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo y dolor de cabeza intenso y distinto del habitual.
También en función del área afectada, junto con la duración del accidente y la magnitud de la reducción en el flujo sanguíneo, el ictus pueda causar distintas secuelas temporales o permanentes. Estas incluyen la parálisis (normalmente asimétrica), dificultad para hablar o tragar, pérdida de memoria, dificultades para pensar, trastornos psicológicos, dolor, cambios en el comportamiento y disminución de la capacidad de autocuidado.
¿Cómo se trata?
El tratamiento depende del tipo de accidente que esté sufriendo el paciente, pero en cualquier caso se caracterizará por ser de urgencia.
Si el accidente es isquémico, se pueden administrar medicamentos de emergencia por vía intravenosa, practicar procedimientos endovasculares de emergencia (normalmente mediante la inserción de un catéter desde la ingle que se lleva hasta el cerebro para administrar localmente un medicamento o para extraer el coágulo), practicar endarterectomía carotídea (extracción de coágulos en la carótida) o angioplastia (inserción de un catéter desde la ingle hasta la arteria carótida para hinchar un globo que expande la arteria) con colocación de stent (dispositivo que mantiene la arteria abierta.
Por el contrario, si es hemorrágico, se pueden administrar medicamentos que contrarresten los efectos de medicamentos anticoagulantes (si el paciente los toma) o para reducir la presión intracraneal o arterial, practicar cirugías de emergencia, embolización endovascular (rellenar un aneurisma desde un catéter insertado por la ingle y guiado hasta el cerebro), y tratamiento con radiocirugía estereotáctica.
Posteriormente, será necesario vigilar el estado del paciente durante unos días y se le proporcionarán terapias que ayuden a recuperar el mayor número de funciones posibles, con un programa de rehabilitación personalizado en base al cuadro y a las necesidades y deseos del paciente. Esta rehabilitación puede incluir medicina física, dietética, fisioterapia, terapia ocupacional, terapia recreativa, logopedia, trabajo social, psicología clínica y psiquiatría.