Fuente: Sinc
Transcurridos más de año y medio de pandemia, todavía hay muy pocas opciones terapéuticas para los pacientes con covid-19. La dexametasona, un corticosteroide ampliamente disponible y asequible que ahora se utiliza con frecuencia en los pacientes más críticos en todo el mundo, fue el primer fármaco recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El tocilizumab y el sarilumab (inhibidores de la IL-6) fueron los siguientes en ser recomendados para la misma categoría de pacientes. Ambos medicamentos son anticuerpos monoclonales (mAbs) intravenosos caros, sin biosimilares aprobados (excepto el tocilizumab en India), con importantes barreras de propiedad intelectual y con un acceso nulo o muy escaso en países de bajos recursos.
Transcurridos más de año y medio de pandemia, todavía hay pocas opciones terapéuticas para los pacientes con covid-19. A diferencia de los medicamentos basados en proteínas, los inhibidores de JAK son moléculas pequeñas y su proceso de aprobación es sencillo
Otra clase de fármacos que podría aprobarse pronto para sustituir o complementar a los mAbs son los inhibidores de la cinasa Jano, también conocidos como inhibidores de JAK. Estos medicamentos se toman por vía oral y actualmente están aprobados para enfermedades inflamatorias e inmunológicas como la artritis reumatoide.
A diferencia de los grandes medicamentos biológicos basados en proteínas, como el tocilizumab, los inhibidores de JAK son moléculas pequeñas y su proceso de aprobación es más sencillo que el de los mAbs. El más avanzado en la línea de desarrollo hasta ahora es el baricitinib.
Inicialmente recibió la autorización de uso de emergencia en noviembre de 2020 por parte de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de EE UU –en los casos graves y críticos de covid-19 hospitalizados– para ser utilizado con remdesivir, según los resultados de un ensayo (ACTT-2) que mostró que la combinación podría acelerar el tiempo de recuperación y aumentar las posibilidades de mejora clínica en un 30 %.
Así, un ensayo publicado recientemente (COV-BARRIER) mostró que el baricitinib –incluso cuando se utiliza sin remdesivir– se asocia con una disminución del 40 % del riesgo de muerte entre los casos graves, lo que significa que se puede evitar una muerte por cada 20 pacientes tratados con este fármaco.
Estos nuevos resultados condujeron en julio a una actualización de la autorización de su uso de emergencia por parte de la FDA, que permite ahora el uso del fármaco sin remdesivir y simplifica el tratamiento de los pacientes.
Los datos clínicos positivos más recientes proceden de un inhibidor oral de JAK, el tofacitinib, que muestran que la incidencia de insuficiencia respiratoria o muerte también se redujo en casi un 40 %
Los datos clínicos positivos más recientes proceden de otro inhibidor oral de JAK, el tofacitinib, que muestran que la incidencia de insuficiencia respiratoria o muerte también se redujo en casi un 40 %.
Superar los altos precios
La buena noticia es que las versiones genéricas más asequibles de baricitinib y tofacitinib ya están disponibles en India y Bangladesh. Los precios del baricitinib genérico son una fracción de los que cobra el titular de la patente, la farmacéutica estadounidense Eli Lilly. Un fabricante indio suministra baricitinib por 0,54 dólares (0,45 euros) por comprimido, 80 veces menos que el precio de la compañía, de 44 dólares (37 euros). Su precio es similar en Bangladesh.
De esta forma, un ciclo de tratamiento con tofacitinib (dosis total de 280 mg durante 14 días) para la covid-19 de la farmacéutica estadounidense Pfizer costaría casi 1.200 euros en EE UU. En Francia, costaría más de 500 mientras que en India, el precio por curso de tratamiento con los genéricos es de 21 euros.
A la pregunta sobre cómo se puede superar el reto de los altos precios del baricitinib y el tofacitinib, una respuesta sería importar o producir genéricos en otros países. Pero aquí es donde las cosas se complican. En muchos territorios, los medicamentos están patentados y no hay competencia de precios, ya que solo se puede comercializar el producto original.
El baricitinib está ampliamente patentado o su patente está pendiente en los países más afectados por la pandemia, como Brasil, Rusia, Sudáfrica e Indonesia. El monopolio no expirará hasta 2029, e incluso podría extenderse en los países con prórroga de la patente. El medicamento también está patentado en la India; Eli Lilly concedió una licencia voluntaria a las empresas de genéricos para que produzcan el medicamento a escala local, pero los genéricos no pueden exportarse a otros países donde también se necesita con urgencia.
Aunque la patente básica del tofacitinib expiró en 2020 en muchos países, incluido EE UU, Pfizer ya ha presentado patentes secundarias adicionales que se extienden hasta 2025 y más allá. Las empresas de genéricos que han solicitado la aprobación de la FDA para vender una versión genérica del medicamento se han enfrentado a las demandas de Pfizer, lo que ha desalentado la entrada en el mercado de estos productos asequibles.
¿Están justificadas estas patentes adicionales solicitadas por Pfizer? Son ejemplos clásicos de una táctica que se conoce como evergreening o reverdecimiento de la patente. La empresa solicita patentes simplemente para ampliar su duración y, por ende, su monopolio de mercado sobre el medicamento. Se trata de una maniobra de las empresas para maximizar sus beneficios; buscan prolongar artificialmente el plazo de monopolio mientras que las patentes adicionales no están vinculadas a ninguna innovación real ni aportan mejoras terapéuticas.
El caso del tofacitinib es el epítome de esta estrategia. Por suerte, los criterios legales de patentabilidad de India no fomentan la concesión de reverdecimientos de patentes inmerecidas. Así, varios fabricantes de genéricos han entrado en la cadena de suministro después de impugnar con éxito los intentos de la industria para ampliar el periodo vigente y obtener la aprobación de la autoridad reguladora india en los últimos dos años. Eso sí, en la práctica Pfizer podría seguir teniendo el monopolio en muchos otros países en los que se reconocen estas extensiones y, como resultado, seguiría cobrando un precio desorbitado.
Suspensión de la propiedad intelectual
Fármacos como el baricitinib y el tofacitinib son un buen argumento para la exención de los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) que se está negociando en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Una exención de las barreras de la propiedad intelectual eliminaría el efecto de las patentes de Pfizer y Eli Lilly en todo el mundo, y los países que decidieran aplicar la suspensión podrían aumentar la producción de genéricos y optimizar la disponibilidad y asequibilidad de estos medicamentos. Pero esto está lejos de convertirse en una realidad.
Solicitamos a las corporaciones farmacéuticas que no apliquen sus patentes sobre estos medicamentos a escala mundial y dejen la puerta abierta a versiones genéricas asequibles. Que el fin sea poner a las personas por encima de los beneficios
Ha pasado casi un año desde que India y Sudáfrica presentaran la propuesta, pero Reino Unido, Suiza, Noruega y la Unión Europea siguen bloqueando las negociaciones, a pesar de contar con el apoyo de más de cien países.
Mientras tanto, pacientes de África, Asia y América Latina mueren por falta de acceso a tratamientos asequibles, vacunas y pruebas. Hasta que no se produzcan avances en la suspensión, solo la presión política ad hoc puede ayudar.
Por eso, pedimos que se deje de bloquear la negociación y se permita que otros países dispongan de esta herramienta legal clave para impulsar la producción y el acceso de todas las herramientas médicas contra el coronavirus. Instamos a todos los gobiernos a que dejen de conceder reverdecimientos de patentes y utilicen las opciones legales nacionales para superar las barreras.
Por último, solicitamos a las corporaciones farmacéuticas Pfizer y Eli Lilly que no apliquen sus patentes sobre estos medicamentos a escala mundial y dejen la puerta abierta a versiones genéricas asequibles. Que el fin sea poner a las personas por encima de los beneficios.