Fuente: La Razón
Las semillas cada vez se utilizan más en nuestra alimentación por sus beneficios nutricionales. Las más habituales son las semillas de sésamo, de chía, de lino, de calabaza, de girasol, de mostaza, el amaranto, o el arroz salvaje, entre otras. No obstante, en muchas ocasiones el término semilla y fruto seco se confunden. ¿Son realmente lo mismo? Veamos cuáles son las diferencias e implicaciones.
Según remarca la doctora Lourdes Pérez González, del servicio de Alergología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, aunque comparten la misma función biológica pertenecen a familias botánicas diferentes, por lo que siempre hay que precisar de qué producto se trata.
“Las semillas son granos contenidos en el interior del fruto de una planta y que, puesto en las condiciones adecuadas, germinan y dan origen a una nueva planta de la misma especie”, enmarca la especialista.
En cambio, precisa que los frutos secos son llamados así porque todos tienen una característica en común: en su composición natural (sin manipulación humana) tienen menos de un 50 % de agua.
“En general cuando se habla de alergia a frutos secos se hace referencia a cacahuete (una leguminosa), frutos de cáscara (almendras, nueces, avellanas, pistachos, anacardos, castañas…), y de semillas (pipas de girasol, de calabaza, sésamo …)”, detalla la alergóloga.
En nuestra vida diaria las dos alergias a las semillas más habituales son al sésamo y a la mostaza. Ambas, según prosigue la experta pueden considerarse alérgenos ocultos, ya que su presencia en alimentos puede pasar desapercibida, pero ser causa de reacciones alérgicas en las que no se sospecha su implicación.
“Como cualquier alergia alimentaria pueden generar síntomas leves (picor oral, eritema perioral, entre otros); síntomas generalizados como urticaria con o sin angioedema; o incluso reacciones graves alérgicas como la anafilaxia, en la que hay implicación de 2 o más órganos (cutáneo, respiratorio, digestivo o cardiovascular). En el caso de la mostaza se han descrito casos de empeoramiento de la dermatitis atópica tras su consumo; y además en ambas semillas casos de dermatitis alérgica por contacto”, agrega la especialista de Quirónsalud Madrid.
Alergia al sésamo
En el caso concreto de la alergia al sésamo, y al igual que con la mostaza, la doctora Pérez González señala que la prevalencia de alérgicos a sésamo varía según el área geográfica. En Israel, por ejemplo, se consume mucho, por lo que representa la tercera causa de alergia en los niños de 0-2 años.
“En nuestra zona, su prevalencia es muy baja, pero es de esperar que aumente debido a su mayor consumo. Esta semilla está emergiendo como alérgeno alimentario, sobre todo en niños. Conviene destacar que el sésamo además de alérgeno alimentario podemos encontrarlo en la fabricación de cosméticos y en la industria farmacéutica por sus propiedades medicinales”, advierte.
La alergóloga mantiene que existen diferentes alérgenos en el sésamo a los que se puede ser alérgico: “Dependiendo a cual se haga uno alérgico podrá presentar pruebas positivas solo a sésamo o también con otros alimentos como el kiwi, avellana, nuez, centeno, semillas de amapola, anacardo, nuez de macadamia, pistacho y cacahuete; aunque no está claro si el paciente presentaría síntomas alérgicos al comerlos, por lo que habrá que estudiarlo en cada caso”.
Alergia a la mostaza
Asimismo, la doctora afirma que la prevalencia de alergia a la mostaza varía en función de la zona geográfica y en Francia, por ejemplo, donde el consumo de la misma es frecuente, se ha publicado como cuarto alimento más frecuente de causa alérgica en niños. “En nuestro país, sin embargo, las reacciones alérgicas a mostaza predominan en adultos”, apostilla.
Apunta que en la mostaza amarilla se han detectado 4 proteínas que pueden causar alergia: “Según a que proteína sea uno alérgico podrá tener síntomas alérgicos más graves o más leves, y tener o no alergia cruzada al comer frutos secos o frutas rosáceas”.
Es más, recuerda que algunos estudios sugieren que puede existir reactividad alérgica cruzada con otros alimentos de la misma familia de la mostaza: las crucíferas (berro, berza, brécol, col, coliflor, lombarda, nabo, rábano, repollo) sin embargo esto no ha sido demostrado y deberá ser valorado en cada paciente.
¿Retirarlos de la dieta es la solución?
Así con todo, la alergóloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid remarca que para diagnosticar una alergia de estas características lo primero que debe realizarse es una historia clínica completa, y en la que se correlacione la clínica presentada con el consumo de alguna de estas semillas.
“El estudio se completará, según el caso, con pruebas cutáneas (prick-test, prick-prick) y con un análisis de sangre con ‘igE específica’, y en algunos casos la detección de la ‘igE’ frente a las diferentes proteínas que puedan causar la alergia. Todo ello nos ayudará no solo a diagnosticar la alergia, sino a estudiar una posible alergia cruzada con otros alimentos que, aunque pertenecen a familias de alimentos distintas, sí presentan proteínas similares”, detalla el/la especialista.
Una vez realizado el diagnóstico resalta que es imprescindible la evitación de las semillas implicadas y según el caso, también de aquellos alimentos con los que se hubiese detectado una alergia cruzada. “Es importante que el paciente lleve siempre medicación para poder tratar una eventual reacción alérgica tras su consumo, dado que es posible que estas semillas estén presentes en alimentos en los que uno no lo sospeche”, sentencia la doctora de Quirónsalud Madrid.