Solamente en nuestro país, alrededor del 12% de la población general de 40 años en adelante ha desarrollado EPOC, de los cuales 14,6% son hombres y 9,4% mujeres (datos extraídos del estudio EPISCAN II). ¿Somos conscientes de que esta cifra ha incrementado a lo largo de las últimas décadas? Responder a esta cuestión requiere trasladarnos a una época anterior a la nuestra, en la que había un sesgo social ya que tradicionalmente las mujeres no fumaban o al menos una mayoría, lo cual explicaría las cifras entre diferentes sexos a lo largo de los años.
Actualmente, la EPOC constituye un problema de salud pública al tener una elevada morbimortalidad siendo una de las principales causas de muerte en España, así como en todo el mundo, sin tener en cuenta que está infradiagnosticada. Por ello, debemos dar una mayor visibilidad a esta enfermedad.
Características: signos y síntomas más característicos
Esta enfermedad no suele presentar los signos y síntomas hasta que el daño pulmonar es evidente. Por lo que muchas personas comienzan el desarrollo de la EPOC, especialmente a partir de los 40 años, aunque sin ser conscientes de ello hasta que los signos y síntomas están presentes y evolucionados. Estos se cronifican y limitan el flujo aéreo a las vías respiratorias debido a anomalías en estas y/o en los alveolos. Los síntomas son los siguientes:
¿Todas las personas presentan el mismo riesgo frente a la EPOC? No. Algunas comorbilidades presentan un mayor impacto en la morbimortalidad cuando coexisten con la EPOC. Por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares son frecuentes e importantes, el reflujo gastroesofágico (ERGE) incrementa el riesgo de exacerbaciones mientras que la osteoporosis, apnea obstructiva del sueño y la depresión/ansiedad están asociadas a un mal estado de salud y mal pronóstico.
Etiología de la EPOC
A lo largo de la década de 1950 se conoció que el tabaco es el factor de riesgo más importante. Para ello, fueron necesarios numerosos estudios de cohortes que finalmente demostraron la relación causal entre el consumo de tabaco y el desarrollo de la EPOC. Estos estudios reflejaron que los fumadores tienen el riesgo absoluto entre 9 y 10 veces superior a aquellas personas no fumadoras y cuyo riesgo es proporcional al consumo acumulado de esta sustancia. De forma que el riesgo de desarrollar EPOC pasa del 26% cuando se consumen 15-30 paquetes/año al 51% en las situaciones en las que estas cifras superan los 30 paquetes/año.
A pesar de que algunas personas que han desarrollado EPOC no han fumado, sí que han inhalado esta sustancia de forma involuntaria, siendo fumadores pasivos que, aunque el riesgo para la salud es inferior en comparación con las personas fumadoras es prevenible. En este caso, también se trata de un porcentaje de afectados mayor en mujeres respecto a los hombres.
Respecto a otros factores encontramos: la quema de combustibles de biomasa (madera, carbón vegetal, etc.) con especial repercusión en el medio rural y países en vías de desarrollo, contaminación atmosférica asociado al tráfico rodado, a la exposición ocupacional de diversos polvos, gases y humos, tuberculosis pulmonar, factores genéticos, etc.
Seguidamente también existe una enfermedad hereditaria autosómica recesiva causada por una mutación en el gen alfa-1-antitripsina (AAT) que afecta a 1 de cada 2.500 habitantes europeos, siendo más frecuente en países escandinavos. Esta mutación produce una deficiencia de la AAT, proteína encargada de la protección de los pulmones, lo que conduce a actividades incontrolada de otras proteínas que se activan cuando se producen daño en este órgano (humo del tabaco). Este descontrol deriva en una destrucción de las paredes de los alveolos hasta causar enfisema pulmonar. Curiosamente, a pesar de que se trata de una condición genética, esta proteína se puede revertir a través de una terapia conocida bajo el nombre de terapia aumentadora, que finalmente reduce el progreso del deterioro de los pulmones.
¿Cómo podemos diferenciar la EPOC de otras patologías respiratorias?
La EPOC comparte los síntomas respiratorios con otras patologías, por lo que es preciso realizar un diagnóstico diferencial y de este modo, poder iniciar el tratamiento con la mayor celeridad posible.
El asma es un ejemplo de patología respiratoria que puede confundirse con la EPOC. En el caso del asma, la disnea se produce por la inflamación de los bronquios que impiden que el aire entre con normalidad en los pulmones cuando la persona está expuesta a alérgenos a diferencia de la EPOC.
Una vez diagnosticada la EPOC, la Organización Mundial de la Salud recomienda que se realice un cribado de la DAAT, a los pacientes y a sus familiares, y descifren si se trata de un déficit hetero u homocigótico.
Manejo de la EPOC estable y función del farmacéutico comunitario
Una vez el paciente ya está diagnosticado, es imprescindible que conozca con profundidad su enfermedad. Por ello, el automanejo empoderará al paciente y con seguridad, se involucrará en su enfermedad. Para ello, desde la farmacia comunitaria debemos actuar con rapidez y priorizar la ayudar al paciente.
Para los episodios de disnea, será preciso elaborar un plan de acción en la que estarán incorporados los tratamientos prescritos. También podrás ayudar enseñando las técnicas de conservación de energía, estrategia para el manejo del estrés, programa de rehabilitación pulmonar y/o programa de ejercicios de mantenimiento posterior a RP sin olvidar recomendar un programa de actividad física, higiene del sueño y dieta saludable.
Debido precisamente a que la principal causa de la EPOC es el tabaco, lo lógico es realizar un servicio de cesación tabáquica. Este servicio puede contar con un tratamiento farmacológico o no, siempre que se cumplan las condiciones estipuladas, con el seguimiento y acompañamiento del profesional.
Seguidamente, es preciso ofrecer la vacunación antigripal anualmente durante la campaña, así como la antineumocócica ya que la inmunización frente a agentes infecciosos reduce la enfermedad grave y la muerte en estos pacientes. Respecto a la vacuna antineumocócica conjugada 13-valente en adultos con una edad superior a los 65 años ha reducido significativamente la bacteriemia y enfermedad neumocócica invasiva grave, mientras que la vacuna polisacárida antineumocócica 23-valente, en aquellos que tienen un FEV1 <40% y con comorbilidades. Además, se recomienda la inmunización antigripal y la vacuna Tdap, esta última indicada para aquellas personas que no fueron vacunadas durante la adolescencia.
Fuentes