Fuente: 20 Minutos
A la hora de evitar el aumento de peso, la mayoría de las estrategias se centran en una combinación de ejercicio físico y control de la dieta. Y, precisamente, en este último ámbito entra también el vigilar y limitar lo que se bebe, ya que aunque a menudo no nos acordemos de ello algunas bebidas, como las que contienen alcohol, también influyen en nuestro peso corporal.
Uno de los grandes problemas que trae aparejado el alcohol en cuanto al peso corporal es lo que conocemos como 'calorías vacías': es decir, que organismo puede transformar las calorías del alcohol en energía, pero esas calorías no contienen nutrientes ni minerales.
De hecho, tal y como explica un artículo en la revista Health, el alcohol supone un esfuerzo adicional para el sistema digestivo, que prioriza su eliminación sobre la de los demás nutrientes.
Por ejemplo, el cuerpo típicamente digiere los carbohidratos en primer lugar. Sin embargo, debido a la naturaleza tóxica del alcohol, cuando este está presente el organismo centra sus esfuerzos en quemarlo, minimizando el uso de energía de otras fuentes.
El resultado, por ejemplo, es la acumulación de grasa en el abdomen (la célebre barriga cervecera) ya que el cuerpo deja de quemar energía de las grasas para, en su lugar, procesar el alcohol.
Otro mecanismo por el que el alcohol se relaciona con aumentos de peso es por su interacción con determinadas hormonas, que son claves para regular muchos procesos del cuerpo incluyendo el metabolismo.
Así, por ejemplo, el consumo elevado de alcohol se relaciona con incrementos en los niveles de la hormona cortisol, lo que a su vez parece estar ligado al aumento de peso.
Lo que sí es cierto es que los científicos no están de acuerdo en la cantidad precisa de alcohol que causa este incremento en cortisol; sin embargo, este nivel podría ser bastante bajo, ya que muchos estudios sobre la materia se realizan en grupos de personas que ya de por sí están acostumbradas a consumos frecuentes e importantes y por tanto tienen mayor tolerancia.
Existe una creencia extendida de que el alcohol ayuda a conciliar el sueño, en parte propiciada por los efectos depresores del sistema nervioso central (sedantes) del alcohol. Sin embargo, se sabe que el consumo de alcohol, especialmente en exceso, se relaciona con un peor descanso en general.
Por su lado, la privación del sueño tiene una larga lista de efectos negativos en el metabolismo, incluyendo varios que conducen a un aumento de peso.
Por otra parte, el alcohol provoca hambre, que puede llevar al paciente a desequilibrar negativamente su ingesta de calorías.
Hay varios motivos para ello. En primer lugar, el alcohol provoca que los niveles de azúcar en sangre disminuyan bruscamente, lo que se traduce en apetencia por comidas ricas en carbohidratos y azúcar.
En segundo lugar, el alcohol afecta entre otras áreas del cerebro a aquellas que regulan el hambre, pudiendo causar (especialmente el día después de beber en exceso) intensos ataques de hambre, centrados casi siempre en comidas muy calóricas.
Finalmente, y de manera similar al efecto que tiene en los niveles de cortisol, el consumo de alcohol puede modificar los niveles de ciertas hormonas (como la leptina) encargadas de generar la sensación de falta de apetito cuando estamos llenos.
Hay que tener en cuenta que estos efectos del alcohol son especialmente peligrosos en personas que ya de por sí padezcan o estén en riesgo de padecer patologías relacionadas con el peso corporal, y son más acusados cuanto mayor y más frecuente es el consumo de bebidas alcohólicas.
Por tanto, y teniendo en cuenta que no debemos tratar de perder peso por razones estéticas sino únicamente cuando exista un problema de salud derivado del mismo (y siempre bajo el consejo y supervisión de un médico), no son tanto los efectos del alcohol en el peso corporal lo que debe preocuparnos, sino más bien deben ser otros perjuicios que puede traer aparejados.
Por ejemplo, el consumo de alcohol se relaciona con mayores riesgos de padecer cáncer, daño hepático y renal o enfermedades cardiovasculares; es una sustancia altamente adictiva y está implicada en buena parte de los accidentes automovilísticos. Por todo ello, unido a todo lo anterior, siempre es saludable eliminar o al menos moderar nuestra ingesta de esta sustancia.