Fuente: La Razón
Alrededor del 2% de la población occidental necesitará el reemplazo de una válvula cardiaca en el transcurso de su vida. En estos casos, la mejor opción suele ser implantar una válvula biológica hecha a partir de tejido animal, (normalmente vacuno o porcino). Sin embargo, este tipo de válvulas se acaban deteriorando pasados 10-15 años. Ahora, un estudio publicado en la revista «Nature Medicine» ha descubierto la causa de ese deterioro y abierto la puerta al diseño de nuevas estrategias para detenerlo.
El trabajo, que ha sido coliderado con otros centros de investigación internacionales por Rafael Mañez, jefe de grupo de investigación del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell) y del Servicio de Medicina Intensiva del mismo hospital, (y que durante años ha coordinado un programa pionero en el campo del xenotrasplante), describe que dos anticuerpos, que aparecen de forma natural pocos meses después del nacimiento, son los desencadenantes del deterioro. Estos anticuerpos reconocen moléculas del tejido animal de la válvula como no propias e inician una respuesta inflamatoria que la acaba dañando.
«Las válvulas cardíacas que se implantan actualmente son de los dos tipos: mecánicas y biológicas de origen animal. La diferencia es que las primeras necesitan anticoagulación de forma continuada. En cambio, las biológicas no precisan tratamiento anticoagulante, pero tienen una duración limitada. Por ello, sólo se implantan en personas mayores de 65 años. En el artículo que se publica se demuestra que el fracaso de las válvulas biológicas es consecuencia de la reacción mediada por dos anticuerpos que tenemos de forma natural los humanos, y que se unen a los tejidos de otras especies», explica Mañez.
En la investigación se han estudiado casi 1.700 pacientes de toda Europa, a los que se les ha realizado un seguimiento de su evolución en los 15 años posteriores al recambio valvular. El gran número de personas incluidas ha permitido detectar que estos pacientes presentan un aumento significativo de los anticuerpos en cuestión un mes después de la implantación y creen depósitos de anticuerpos en las mismas válvulas.
Conociendo las causas del deterioro, los investigadores proponen producir las válvulas a partir de tejido de animales modificados genéticamente que no expresen las moléculas que reconocen los dos anticuerpos y alargar así su duración.
Un tratamiento en investigación
Por otra parte, la spinoff surgida del Idibell, RemAb Therapeutics, ha diseñado un tratamiento que elimina de forma selectiva e inocua uno de los anticuerpos desencadenantes del deterioro de las válvulas biológicas. Este compuesto, denominada RA0127 que, además de evitar el deterioro de los implantes valvulares cardiacos, permite la destrucción de las bacterias gram negativas, incluidas las resistentes a los antibióticos, ha mostrado su eficacia en las pruebas preclínicas y este año se iniciará un ensayo para testarlo en humanos. «Administrar este tratamiento a las personas que se les ha implantado una válvula biológica sería una buena solución para ampliar su vida media», comenta el Dr. Mañez.
Según este experto, el hallazgo también supone una nueva alternativa para las personas jóvenes que necesitan un reemplazo valvular. Para estos pacientes las biológicas no son una buena opción, puesto que cada 10 años deberían someterse a una cirugía de alto riesgo. Esto les obliga a utilizar válvulas mecánicas metálicas, que son permanentes pero requieren la administración de anticoagulantes de por vida. El tratamiento con anticoagulantes debe realizarse bajo un estrecho seguimiento médico e implica el riesgo de sufrir una hemorragia descontrolada.
«Poder optar a las válvulas biológicas supondría una clara mejora en la seguridad y la calidad de vida de estos pacientes más jóvenes, además de un ahorro de recursos para los sistemas de salud», concluye el Dr. Mañez.