Fuente: 20 Minutos
El acto de comer para los seres humanos es mucho más que alimentarse y nutrirse, es también un acto que solemos relacionar con el placer y con las sensaciones agradables. Esto explica que la cantidad de comida o qué comamos no dependa solo del hambre que tengamos, sino que cómo nos encontremos a nivel emocional. Yolanda Fleta, Co-fundadora Nutritional Coaching y colaboradora de la aplicación El CoCo, nos explica cómo influyen las emociones a la hora de comer y qué podemos hacer para evitarlo.
¿Por qué las emociones nos hacen comer de más?
Las emociones nos influyen mucho a la hora de comer, tanto que, como explica Yolanda Fleta, “somos capaces de comer sin tener hambre o seguir comiendo, aunque estemos completamente llenos. Cuando comemos, no porque tengamos hambre fisiológica sino en respuesta a nuestras emociones, hablamos de hambre emocional”, un hambre con el que tratamos de aliviar ciertas sensaciones a través de la comida.
Una de las razones que nos llevan a dejarnos llevar por las emociones a la hora de comer en lugar de por las señales de saciedad es por efecto del sistema hedónico, “un mecanismo de refuerzo que hace que repitamos lo que nos aporta placer”. En muchas situaciones juega un papel incluso más importante que el sistema homeostático, que el encargado de regular el hambre y la saciedad.
El proceso de regulación del apetito en humanos es complejo, “ya que no solo comemos cuando tenemos hambre, sino también cuando buscamos obtener placer con el consumo de ciertos alimentos”. De hecho, si nuestra conducta alimentaria únicamente estuviera regulada por el sistema homeostático, la gran mayoría de las personas se mantendrían en un peso normal. El problema viene cuando, de manera habitual, las vías hedónicas anulan el sistema homeostático, cuando eres consciente de que estás lleno, pero no puedes parar de comer. En ese momento, “se produce una ingesta desinhibida en la que la persona tiene dificultades para dejar de comer, en respuesta a señales internas, en este caso las emociones. Buscamos un efecto farmacológico, aliviar sensaciones o pensamientos desagradables con el placer que nos proporciona la comida”, explica Fleta.
Por eso, dejarse llevar por las emociones a la hora de comer se considera un estilo de ingesta desadaptativo, es decir, “una ingesta no funcional, y que, además, provoca malestar emocional en la persona, pues le hace consumir alimentos que la alejan de una dieta saludable”. Se trata de una situación que genera mucha frustración, pues la persona es consciente de que los episodios de hambre emocional le hacen perder el control.
Hay varios estados emocionales que pueden afectarnos a la hora de comer, pero según una encuesta realizada desde El CoCo, son la ansiedad, el estrés, el aburrimiento y la tristeza las que más nos descontrolan, “estas emociones nos hacen experimentar sensaciones negativas y buscamos aliviar esa sensación a través de alimentos -o más bien productos-, ricos en grasa y azúcar que nos producen placer inmediato. Además de las emociones mencionadas, también la alegría es una emoción que nos hace comer en exceso”. Las mujeres se ven más influenciadas por ellas que los hombres, excepto por la alegría, es decir, que hay más hombres que mujeres que comen de más cuando están alegres.
Qué hacer para que no dominen las emociones a la hora de comer
Para evitar que el hambre emocional domine nuestra manera de comer, antes debemos aprender a gestionar de forma inteligente nuestras emociones, pues, como aclara Yolanda, “cuando experimentamos hambre emocional, no es alimento lo que nuestro organismo necesita, sino aliviar ciertas sensaciones desagradables. Por eso, comer en exceso o alimentos ricos en grasa y azúcar, lejos de reconfortarnos, lo que produce es un mayor malestar emocional”. Para corregir esto, nos recomienda trabajar en varias direcciones:
Desarrollar habilidades de alimentación consciente. Es decir, aprender a escuchar las señales de tu cuerpo para identificar si lo que tienes es hambre de verdad o lo que necesitas es calmar una emoción: ansiedad, el estrés, el aburrimiento, la tristeza. Para saber si tienes hambre de verdad “antes de comer, lleva tu atención al estómago y valora cómo está de lleno. Al principio es posible que no seas capaz porque no estás acostumbrado a conectar con tus señales de saciedad. Como cualquier otra habilidad, con la práctica irás mejorando en calibrar tus sensaciones”.
Busca alternativas. “Si no tienes hambre real y estás utilizando los alimentos para buscar confort, trata de identificar otras alternativas que sean más adaptativas. Normalmente, actividades que te aportan satisfacción y calma, que reducen el estrés, como hobbies o aficiones, relaciones sociales, actividades que tengan que ver con tu cuidado, etc. Y si tienes antojo de ciertos alimentos, consúmelos de forma consciente, y no de forma compulsiva, manteniendo la conexión con tu estómago y tu saciedad”.
Si no te ves capaz, busca ayuda. En la actualidad existe lo que se conoce como ‘coach nutricional’, una persona certificada que utiliza estrategias de motivación basadas en la evidencia científica. De hecho, como cuenta Yolanda Fleta, “Universidades como Harvard o la Universidad de Barcelona, ofrecen formación en health coaching y coaching nutricional a profesionales de la salud que quieren mejorar sus competencias a la hora de acompañar a sus pacientes”. Estas personas básicamente se dedican a acompañarnos para ayudarnos a resolver las situaciones difíciles, “a través del acompañamiento emocional del coach nutricional, la persona identifica y vence sus obstáculos, crea el entorno adecuado y adopta la actitud y la determinación necesaria para conseguir el cambio en su alimentación y mejorando su estilo de vida.
Por supuesto, todo este proceso deberá estar asesorado por un dietista-nutricionista, que es el profesional de la salud más cualificado para diseñar una estrategia nutricional adaptada a nuestras necesidades y preferencias.