Fuente: La Razón
La reciente ola de calor que asoló la Península la semana pasada o el estrés causado por la pandemia son dos ejemplos recientes de cosas que pueden hacernos perder el sueño. En el primer caso, las noches tropicales con temperaturas de más de 20ºC en muchas localidades hicieron difícil conciliarlo; en el segundo, el aumento de ansiedad provocada por la Covid-19 debido a la incertidumbre, tanto médica como de la situación en general, fue la causa. De hecho, «la pandemia ha dado lugar a un aumento de un 30% de los casos de insomnio, sobre todo aquel que se refiere a la dificultad para empezar a dormir, es decir, de inicio», apunta Eduard Estivill, neurofisiólogo y especialista en Medicina del Sueño.
El insomnio es un problema muy extendido y complejo pero, pese a ello, hay pocas alternativas para combatirlo desde el punto de vista farmacológico. Sin embargo, los buenos resultados logrados con una nueva familia de medicamentos ha causado una revolución en su abordaje. Porque, si a día de hoy el uso de hipnóticos es el principal tratamiento, sus resultados no son del todo satisfactorios.
«Han pasado muchos años en los que no han salido nuevas moléculas. Todavía estamos arrastrando los fármacos en los que nosotros mismos participamos en los ensayos clínicos, como el zolpidem, o algún otro de vida media muy corta. Se siguen empleando, pues, estos medicamentos, del grupo de las benzodiacepinas, usados correctamente y controlados por el médico pueden ser adecuados, pero como automedicación pueden provocar adicción. La parte novedosa es este fármaco nuevo que viene de otro grupo de sustancias, las orexinas. Es una sustancia que se ha descubierto en una enfermedad muy concreta, la narcolepsia, (que son ataques de sueño), y se ha visto que las personas que la sufren tienen estas orexinas alteradas. Entonces, lo que se ha hecho es buscar un medicamento que tuviera esta acción, es decir, de dar sueño», explica Estivill.
A esta familia pertenecen dos de los medicamentos en los que más esperanzas hay puestas: daridorexant, recientemente aprobado por la Agencia Europea del Medicamento, y suvorexant, del que se han dado a conocer los prometedores resultados de un estudio esta misma semana.
Del primero, cuenta Diego García-Borreguero, especialista en Neurología y Psiquiatría, director médico internacional del Instituto de Investigaciones del Sueño y uno de los investigadores españoles del programa de ensayos con esa molécula, que «marca un antes y un después en el tratamiento del insomnio crónico por varios motivos. En primer lugar, porque es el primer tratamiento que se aprueba en Europa y que está desarrollado específicamente para tratarlo, una enfermedad que, hasta ahora, carecía de un tratamiento adecuado. En segundo lugar, además de mejorar los parámetros del sueño, mantiene intacta la capacidad funcional de la persona al día siguiente, reduciendo el impacto que tiene el insomnio sobre la calidad de vida. Por último, cuenta con un mecanismo de acción radicalmente nuevo que ha probado no generar dependencia ni tolerancia en los ensayos clínicos, en los que se administró el fármaco durante 12 meses, por lo que permite ajustar la temporalidad del tratamiento de forma más adecuada y segura para el paciente. Este aspecto es verdaderamente revolucionario, ya que los fármacos con los que contamos en la actualidad fueron desarrollados para tratamientos de no más de cuatro semanas debido a su perfil de seguridad, lo que no permitía tratar adecuadamente los casos de insomnio crónico».
Precisamente el segundo, suvorexant, se ha visto que mejora el sueño y, además, alivia los síntomas de abstinencia de opioides en pacientes en recuperación. «Los resultados de los estudios realizados con este fármaco, con un mecanismo similar al daridorexant, son prometedores y por ello están siendo evaluadas en poblaciones especialmente vulnerables al insomnio y al efecto del abuso de sustancias, como en estos pacientes en recuperación. No obstante, es fundamental ir a la base del problema e intentar paliar los efectos del insomnio a nivel poblacional», señala Ana Fernández Arcos, neuróloga coordinadora del Grupo de Estudio del Sueño de la Sociedad Española de Neurología.
En concreto, los investigadores del estudio, publicado en la revista «Science Translational Medicine», administraron dosis de 20 mg o 40 mg del medicamento a 38 participantes con trastorno por uso de opioides, que también estaban en una disminución gradual con buprenorfina y naloxona. Usando electroencefalografía inalámbrica y una escala de síntomas de abstinencia, encontraron que quienes recibieron suvorexant durmieron más durante el período de disminución gradual de siete días y tuvieron síntomas de abstinencia menos graves después de la disminución gradual.
Lo primero que hay que entender del insomnio es que es un síntoma, lo que significa que es algo que nos pasa, pero siempre hay una causa que lo provoca. Y hay más de 40, algunas muy conocidas, como el aumento del consumo de estimulantes tipo café, colas o drogas. También enfermedades, como el dolor, problemas de tiroides, psiquiátricos, alzheimer... Pero la causa más importante que afecta a la mayoría de personas no es realmente una enfermedad, sino el estilo de vida. «Sabemos que todo lo que sucede durante el día nos afecta en el momento de dormir, porque hay que desconectar de los estímulos que tenemos y esto es imposible porque no hay un interruptor, y que hemos de entender que este tipo de insomnio solo se resuelve con unas buenas rutinas que consisten básicamente en preparar el sueño dos horas antes de ir a la cama», explica Estivill.
Por eso la medicación se emplearía solo «en casos concretos, principalmente en insomnio de inicio agudo relacionado con alguna situación vital estresante que puede ir asociado de ansiedad importante. Debe limitarse a pocas semanas, hacerse seguimiento clínico y acompañarse de otras medidas para evitar que se cronifique el problema», apunta Fernández Arcos. Es más, «el tratamiento con benzodiacepinas, o con otras medicaciones como zolpidem, pueden ayudar inicialmente, pero más adelante se produce tolerancia, persistiendo el problema. Por ello no deben ser medicaciones crónicas», continúa.
Consumo récord de benzodiacepinas
Y es que, según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), elaborado con datos prepandemia, España es el país del mundo en el que más medicamentos para dormir se consumen. Entre ellos, destacan las benzodiacepinas, en concreto alprazolam, diazepam, lorazepam, oxazepam, clonazepam, bromazepam, lormetazepam y brotizolam. También subió el consumo de los fármacos psicotrópicos que se utilizan para tratar casos leves de ansiedad, insomnio y trastornos emocionales, con más de 50 dosis por cada 100 mil habitantes.
«Los fármacos no son buenos o malos, sino que están bien o mal empleados. Si yo tengo una causa que provoca insomnio que se puede curar con medicación –por ejemplo, por una depresión– serán útiles. En cambio, si lo estoy tomando para solventar este acúmulo de tensión durante el día no sirve de nada porque el hipnótico simplemente te hará dormir normalmente con peor calidad y no solventará el del problema que es la forma de vida que tenemos», explica Estivill, que también es director de las clínicas del Sueño Estivill. «Y, lo más importante, es que no tenemos que hacer automedicación. Esto sucede mucho en los casos de insomnio, la gente, como lo pasa muy mal, tiene gran tendencia a probar lo que le da a la abuela o un amigo», lamenta.