Fuente: ABC
Quienes superan un infarto están atados de por vida a una medicación para proteger el corazón de un segundo ataque cardiaco. El cóctel más frecuente contiene una pastilla para mantener la tensión arterial a raya, otra para el colesterol y una tercera (aspirina) para evitar que la sangre esté espesa y obstruya las arterias. Tantos comprimidos diarios llevan al olvido de muchos pacientes y algunos abandonan el tratamiento.
El cardiólogo Valentín Fuster tuvo una idea feliz para simplificar la toma: ¿por qué no combinar esos tres fármacos en un único comprimido? El proyecto surgió en 2002, durante un viaje a Rusia. Allí comprobó cómo el seguimiento de los tratamientos era muy bajo. No solo por la incomodidad de tomarse todas las pastillas, sino por el precio de los medicamentos. Pensó entonces que una fórmula ideada para combatir la epidemia de VIH también podría servir para hacer frente a la pandemia de las enfermedades cardiovasculares, las que más matan en el mundo.
En 2017 se alió con el laboratorio Ferrer y se inició el proyecto de la famosa polipíldora para el corazón. Ahora tras años de investigación, un nuevo estudio le da la razón a Fuster. Tomar una única pastilla diaria tras un infarto, no solo es una opción más económica y cómoda, también es efectiva. El trabajo científico, coordinado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) demuestra que reduce en un 33% la mortalidad en pacientes tratados tras un infarto. Los resultados se han presentado este viernes en el Congreso Europeo de Cardiología y los detalles se publican en la revista 'The New England Journal of Medicine'.
El estudio involucra a 2.499 pacientes de siete países europeos (España, Italia, Alemania, República Checa, Francia, Polonia y Hungría). Todos tenían en común que habían sufrido un infarto de miocardio y contaban con una media de 76 años. La gran mayoría (77,9%) tenía hipertensión, diabetes (57,4%) y antecedentes de tabaquismo (51,3%). Estos antecedentes les convertían en una bomba de relojería con riesgo de recaída.
Los participantes en el estudio recibieron aleatoriamente el tratamiento estándar con varias pastillas y la polipíldora. Empezaron el tratamiento a los ocho días de haber sufrido el infarto. El resultado fue claro: hubo una adherencia mayor en el grupo de la polipíldora y, el dato más importante, que fue la reducción de mortalidad, pasó de 71 pacientes en el grupo del tratamiento habitual a 48 en el de la pastilla «tres en uno».
El estudio demostraría que todas las personas que han sufrido un ataque cardiaco se podría beneficiar de la polipíldora, «hemos visto beneficios en todos los grupos estudiados, según país de procedencia, edad, sexo, sean o no diabéticos o tengan insuficiencia renal», asegura a ABC José María Castellano, primer autor del trabajo y director de la Fundación de Investigación HM Hospitales.
Fuster tampoco duda: «Este enfoque tiene el potencial de reducir el riesgo de sufrir un segundo infarto y muerte cardiovascular a escala mundial».
Tres dosis diferentes
Pero la iniciativa no siempre fue bien recibida. La mayor crítica que ha recibido este proyecto es que la polipíldora puede impedir hacer un tratamiento personalizado, en el que los médicos pueden ajustar las dosis de cada uno de los medicamentos para sus pacientes. Por eso, se optó por comercializar diferentes polipíldoras, con tres dosis diferentes de antihipertensivo para personalizar de alguna manera cada polipíldora.
A cambio asegura que se cumpla el tratamiento y a un precio más reducido. El cóctel de aspirina, más fármaco anticolesterol y antihipertensivo cuesta la mitad de lo que costarían los tres medicamentos por separado. La reducción del precio se consigue al combinar medicamentos genéricos y eliminar costes de la distribución farmacéutica. Aunque el verdadero ahorro no está en el coste del medicamento, sino en el coste asociado a las recaídas que se evitan en los pacientes que están en tratamiento con la polipíldora. Esta 'pastilla del corazón' tiene muchas virtudes, dice Castellano. «La simplicidad es una de ellas. El paciente identifica un comprimido con la 'pastilla del corazón' y facilita la adherencia a este. Además, es fácil de implementar en diferentes regiones del mundo donde directamente no hay acceso a tratamientos para prevenir eventos cardiovasculares», explica.
Pero también será un fármaco sutil en países con sistemas sanitarios donde se financian los medicamentos como España.