FUENTE: La Vanguardia.
Los medicamentos que eliminan en más de un 95% de casos el virus de la hepatitis C tienen una secuela inesperada: aumentan el riesgo de reaparición del cáncer de hígado en personas curadas y que posteriormente toman la medicación para erradicar el virus, que seguramente estuvo en el origen de su cáncer previo. Los autores del hallazgo, publicado en el Journal of Hepatology, la principal publicación mundial en enfermedades del hígado, plantean actuar con cautela ante este incremento de riesgo detectado, más del doble en seis meses después del tratamiento.
La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) anunciará hoy la información que requerirá a los laboratorios fabricantes de estos medicamentos así como las acciones que se han de poner en marcha para afrontar los interrogantes que surgen. ¿Se ha de evitar el tratamiento en personas que hayan superado un cáncer? ¿Y en el caso de trasplantes? ¿Hay aumento de riesgo para quienes hayan tenido otro tipo de cáncer?
La investigación se ha llevado a cabo en cuatro hospitales españoles: el Clínic de Barcelona, la Clínica Universitaria de Navarra, el Central de Oviedo y Puerta de Hierro de Madrid. Ha sido liderada por el hepatólogo del Clínic Jordi Bruix, del Barcelona Clinic Liver Cancer, y director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (Ciberehd). La investigación ha sido financiada en gran parte por el Instituto Carlos III, dentro del Plan Nacional de Hepatitis.
“Primero nos llegó un caso y pensamos que era mala suerte; con el segundo, más mala suerte; al tercero empezamos a revisar casos y a coordinarnos con otros centros. Todos habíamos observado un número inesperadamente alto de reapariciones de tumores en los primeros meses después del tratamiento. Además, entre los que tras superar su cáncer se trataron más pronto con los antivirales de acción directa, los nuevos DAA, hubo más reapariciones”, ha explicado Jordi Bruix en el congreso que la asociación europea de hepatología (EASL) que se celebra en Barcelona. En el congreso había ayer reacciones de todo tipo: unos no se lo podían creer, otros asentían porque habían empezado a detectar el misY mo fenómeno y, en conjunto, todos quieren investigar esta situación totalmente inesperada.
Miles de personas en todo el mundo han recibido estos tratamientos que han supuesto un antes y un después en la vida de los infectados por este virus, la mayoría a través de una transfusión en un hospital o por contacto con material contaminado con sangre infectiva.
¿Por qué unos medicamentos que protegerán a millones de personas de su particular riesgo de cáncer (un 2-3% anual cuando se ha establecido la cirrosis hepática), gracias a que les liberan del virus que va deteriorando la función del hígado, se han vuelto ahora en contra de un subgrupo de los beneficiarios? “Creemos que los antivirales de acción directa bajan rápidamente la carga viral y en ese proceso se puede estar produciendo una alteración del equilibrio entre la inflamación y la inmunidad. En todo cáncer curado quedan algunas células durmientes que permanecen en el cuerpo y que quizá no se activen nunca. Pero ese desequilibrio inmunitario puede que las active en algunos de los pacientes. En los casos que hemos revisado, ocurre muy cerca del tratamiento con un tiempo medio de aparición de tres meses y medio”, explica el hepatólogo.
no es un fenómeno visible en los exhaustivos ensayos clínicos que se exigen para aprobar cada medicamento. “Entre otras razones, porque las personas con un cáncer estaban habitualmente excluidas de los ensayos. Pero además, siempre hay que estar preparados para resultados distintos cuando un fármaco perfectamente estudiado llega a la vida real. Es en lo que consiste la farmacovigilancia y que lógicamente requiere que los médicos tengan una actitud crítica estructurada para detectar eventos inesperados. Es lo que hemos hecho”, explica Bruix.
¿Y ahora? En el Clínic han decidido no iniciar nuevos tratamientos antivirales a los pacientes que han superado un cáncer hasta que no se disponga de más información de modo que otros grupos validen o refuten estos resultados. Tampoco los administrarán de momento a los pacientes con cáncer que esperan un trasplante. “Tenemos que seguir estudiando y ver qué pasa no sólo en casos de cáncer sino en otras poblaciones. Mirar muy críticamente los seguimientos de los pacientes tratados y tener muy en cuenta el riesgo-beneficio”, recuerda Jordi Bruix