Hace décadas que para frenar los trastornos de movimiento asociados al Parkinson se utiliza la estimulación cerebral profunda. La técnica, que se basa en la implantación de electrodos en áreas específicas del cerebro, consigue, en combinación con fármacos, mitigar algunos de los síntomas derivados de la enfermedad neurológica, aunque tiene limitaciones.
Una nueva investigación cuyos detalles se publican en el último número de Nature Medicine allana el camino para optimizar sus beneficios. Según sus datos, una estrategia que permite 'personalizar' la estimulación en función de las señales de cada paciente logra mejorar los resultados del abordaje convencional.
Generalmente, en casos de Parkinson, la estimulación cerebral profunda se lleva a cabo siguiendo un protocolo estandarizado, constante, que no responde en cada momento a las señales cerebrales del paciente o a los niveles de dopamina aportados por la medicación habitual. Esto, en ocasiones, provoca efectos secundarios no deseados. La nueva técnica, una suerte de marcapasos cerebral, en cambio, permitiría una estimulación ajustada a la actividad cerebral y las necesidades del enfermo, según señalan en la revista científica sus creadores, liderados por Philip Starr investigador de la Universidad de California en San Francisco (EEUU). De momento, han probado la utilidad de la estrategia en cuatro pacientes.
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