La ciencia cada vez encuentra más evidencias sobre la vinculación íntima y directa del cerebro con el resto del organismo, en especial con el sistema inmune y con el eje hormonal que conecta los diferentes órganos. Por ello, el cortisol, una hormona prioritaria en la biología a lo largo de toda nuestra vida, asociada a cualquier situación de estrés, tendrá una repercusión fundamental en el desarrollo de nuestro envejecimiento cerebral, según explica Lorena Benavente, neuróloga de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
El estrés crónico es un factor de riesgo para el envejecimiento y para la demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular, que son las más frecuentes de todas, detalla esta especialista. Así, niveles elevados de cortisol facilitan, entre otras implicaciones, el depósito y la acumulación en el cerebro de la proteína tau y de las placas de amiloide, características del Alzheimer, al tiempo que se relacionan con la atrofia cerebral, al disminuir el volumen y el nivel de metabolismo cerebral.
Y lo que se sabe por diferentes experimentos y estudios llevados a cabo, sobre todo, en los últimos años es que los niveles elevados de cortisol afectan de manera diferente al cerebro de hombres y mujeres. La población femenina parece ser más vulnerable a la alteración de la glucosa, sobre todo, a nivel frontal, así como a sufrir mayor carga de depósito de proteína beta amiloide, muy relacionada con el desarrollo del Alzheimer, indica la neuróloga.
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