Son muchas las enfermedades que impiden conducir, ya que afectan a las capacidades motoras o psíquicas que se requieren para hacerlo de forma segura. En algunas de ellas, como puede ser la demencia, la Dirección General de Tráfico (DGT) establece una prohibición absoluta. En cambio, en otras, como la depresión o la ansiedad, únicamente se imponen restricciones para los casos graves.
El Anexo IV del Reglamento General de Conductores, que recoge las Aptitudes psicofísicas requeridas para obtener o prorrogar la vigencia del permiso o de la licencia de conducción, establece lo siguiente en lo que se refiere a estas enfermedades: “No deben existir trastornos graves del estado de ánimo que conlleven alta probabilidad de conductas de riesgo para la propia vida o la de los demás”.
Cómo afecta la depresión a la conducción
Por lo tanto, lo que realmente cuenta no es la existenciade depresión, sino su gravedad y, de forma específica, la aparición de síntomas que puedan comprometer la seguridad vial. Lo cierto es que se ha constatado que las personas con depresión pueden ver alterada su capacidad de conducir, tanto por la propia patología como por los medicamentos antidepresivos que estén tomando.
Las alteraciones del sueño, la ansiedad, el déficit de atención, la baja capacidad de concentración, la indecisión o el aumento del tiempo de reacción son algunas de las manifestaciones de la depresión que, según la gravedad y otros factores, pueden interferir con la capacidad de conducir.
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