La salud visual es una víctima más de tabaco. La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y las cataratas son las dos enfermedades oculares más frecuentes que este hábito puede provocar

El tabaco no viene envuelto precisamente en cajetillas digamos muy agradables. Imágenes de pulmones destrozados, pacientes medio cadavéricos o dientes carcomidos son algunas que el consumidor puede encontrar al comprar su paquete de cigarros. Y como bonus track, alguna frase de advertencia. Una de las que se puede leer es “fumar aumenta el riesgo de ceguera”. El tabaco y la salud visual es una relación puesta bajo la lupa de los expertos. Sin embargo, el fumador no es siempre consciente de los posibles problemas oculares que enfrenta.

Amoníaco, dióxido y monóxido de carbono, propano, metano, acetona, alquitrán, y un largo etcétera que llega a sumar más de 4.000 sustancias químicas que componen el tabaco. El Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología informa que el monóxido de carbono, por ejemplo, reduce la cantidad de oxígeno que llega a los ojos y, como consecuencia, se debilitan los tejidos oculares.

Sobre la nicotina, puede causar contracción de los vasos sanguíneos, incluidos los más pequeños que se encargan de irrigar la retina. “Esto puede ocasionar una disminución del flujo sanguíneo en los ojos, afectando la nutrición y oxigenación de las células de la retina, lo que se traduce en una visión deficiente y un mayor riesgo de padecer enfermedades oculares”, subraya.

De las diferentes afecciones que puede sufrir un fumador en los ojos, hay dos principales: degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y cataratas. Acerca de la primera, se trata de una patología progresiva que afecta principalmente a personas de 50 años con factores de riesgo, entre los que se incluye el hábito tabáquico o la predisposición genética. Según la Sociedad Española de Retina y Vítreo (SERV), “se considera la principal causa de ceguera legal (lo que supone una agudeza visual inferior a 0.1 a partir de los 55 años de edad”. En este sentido, las personas que fuman tienen el doble de probabilidad de desarrollar DMAE en comparación con aquellas que no lo hacen.

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