Gimnofobia, venustrafobia, falofobia, medolmacufobia. Además de coincidir en las últimas cinco letras, estos términos que quizás ahora lees por primera vez son hijos de la misma madre: la erotofobia, un trastorno complejo que se define como el miedo irracional hacia todo lo que tiene que ver con el sexo y la sexualidad. Las cuatro primeras mencionadas son fobias más específicas dentro de este ámbito.
“Forman parte de los trastornos de ansiedad y se caracterizan porque la persona siente un temor intenso y persistente ante la presencia o anticipación del objeto o situación específica. Este miedo es excesivo y viene acompañado de malestar y, en ocasiones, de evitación del elemento temido”, detalla Paula López de Abad, psicóloga y colaboradora en el Máster en Sexología de la Universidad Camilo José Cela (UCJC).
En este punto, existe una gran variedad de trastornos fóbicos relacionados con la sexualidad. Para prevenirlos, a educación sexual ocupa un papel clave. Como apunta Estefanía Marcos, psicóloga del Hospital Vithas Xanit Internacional, “desde la infancia, aprendemos a relacionarnos con el entorno que nos rodea de una manera u otra en base a las experiencias vividas y a los conocimientos adquiridos”. De esta forma, la experta señala que las fobias se producen principalmente a través de un aprendizaje asociativo: “Relacionamos un estímulo con una sensación intensa de malestar, lo que puede generar un profundo miedo ante la presencia de dicho estímulo”.
Vivir un evento traumático o recibir una formación basada en el miedo son motivos que conducen al desarrollo de estos trastornos. Por eso, Marcos afirma que “recibir una educación sexual diversa y amplia, fomenta actitudes positivas hacia la sexualidad y herramientas que nos ayudan a vivirla de una manera satisfactoria”.
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